Vecinos, voluntarios y servicios especializados siguen enfundados en monos de trabajo retirando lodo y residuos de viviendas, garajes y calles, treinta días después del temporal en España que se ha llevado la vida de 230 personas, 222 de ellas en la provincia mediterránea de Valencia, y cuyas consecuencias políticas y económicas no han hecho más que empezar.
El paisaje ya no es tan dantesco como hace un mes, pero las montañas de coches convertidos en chatarra siguen impactando a las personas que llegan a Valencia, mientras los vecinos de la llamada “zona cero” de la dana se han acostumbrado a ellas y están más preocupados por el lodo y las aguas fecales que anegan los sótanos y garajes y que impregnan con su olor insalubre las viviendas.
Los fotógrafos de prensa continúan retratando diariamente los trabajos de limpieza en las calles, que en un mes han retirado 250 mil toneladas de residuos.
Pero el foco ha virado en los últimos días hacia los políticos, que entran y salen de reuniones a puerta cerrada y encabezan comparecencias públicas en las que intentan dar explicaciones de lo sucedido y soluciones a los damnificados, además de enzarzarse en agrias disputas sobre quién es el responsable de que la cifra de muertos haya sido tan alta.
El recuento de víctimas aún actualizándose porque hay cuatro personas desaparecidas, pero en Valencia la cifra de 222 fallecidos está ya cerca de la que será la definitiva.
La mayoría de los muertos fueron localizados en sus casas o en garajes y sótanos, entre ellos siete menores de 10 años y 26 víctimas de 11 nacionalidades distintas a la española. A este dramático balance hay que añadir la muerte el pasado domingo de un operario que efectuaba labores de limpieza por un derrumbe