La mirada “joven y rebelde” de la vida cotidiana en las épocas de Francisco de Goya y Caravaggio se muestra por primera vez en los Museos Capitolinos de Roma (centro) en una exposición que revela las similitudes en la obra de dos artistas separados en el tiempo por casi 200 años.
‘El Parasol' (1777), de Goya, y ‘La Buenaventura’ (1597), de Caravaggio hacen las veces de una “fotografía del tiempo” en el que habitaron y muestran las similitudes de dos artistas en periodos históricos muy diferentes en la muestra titulada "Goya y Caravaggio: verdad y rebelión", dijo a EFE su comisaria, Federica Papi.
"La verdad de la sociedad contemporánea" que representan en sus obras y la "rebeldía" propia de la juventud y los inicios artísticos de ambos artistas son los puntos cardinales de esta "pequeña exposición" de solo estos dos cuadros, añadió Papi.
'El Parasol', que muestra a un hombre protegiendo con un paraguas a una mujer que yace sentada sobre una roca, era en realidad un "boceto" para una pintura que se iba a destinar al salón de almuerzos del Palacio del Pardo de Madrid, mientras en 'La Buenaventura' se observa a una "gitana" que lee la mano de un hombre "con la intención de quitarle su anillo".
El tratamiento similar a la luz y los colores, así como lo difuso del fondo en ambas composiciones, refuerzan la hipótesis de los investigadores de que Goya pudo inspirarse en esta obra de Caravaggio en una de sus visitas Roma.
Los organizadores de la exposición sostienen que fue durante una visita de Goya a Roma entre 1770 y 1771 cuando se inspiró tras observar 'La Buenaventura' de Caravaggio en la por entonces llamada 'Galería de cuadros', lo que hoy son los Museos Capitolinos, situados en la majestuosa plaza del Ayuntamiento romano.
Ambas pinturas nacen "en un momento bello de la existencia" de sus autores, que se encontraban "llenos de luz y de colores, que son los que han representado sobre los lienzos", según la comisaria.
Una luz que iría desapareciendo conforme avanzaran sus vidas: Caravaggio, con una enorme producción en la recta final de su vida, falleció a la temprana edad de los 39 años, mientras que Goya, con la llegada de su sordera y la invasión francesa a España, dio protagonismo a la oscuridad en su obra.
La analogía que une ambas obras reside en "el hecho de haber representado a un hombre y una mujer en un contexto de vida cotidiana" en un periodo primitivo de su producción artística y con técnicas pictóricas similares, explicó Papi.
También su papel de puente entre nuevas corrientes artísticas facilita la relación entre ambos, pues si bien Caravaggio puede ser considerado el primer pintor moderno, Goya fue en cambio el primero de los "románticos" y el que abrió el camino al arte contemporáneo.
Las dos pinturas, además, "no fueron concebidas para ser expuestas en un museo, sino para contar la vida cotidiana de sus épocas en un tiempo en el que no había otra forma de contarlo", aseguró.
La llegada del cuadro de Goya a la capital de Italia se encuadra en un proyecto de intercambio entre el Museo del Prado y los Museos Capitolinos de Roma que permitió exponer en Madrid 'El ánima beata' (1640-1642) del pintor italiano Guido Reni, en una colaboración que la comisaria de la exposición calificó como "espléndida".