Hace cuatro décadas, Donato Espinoza ganó el Charango de Oro en la primera edición de la Feria y Festival Internacional del Charango en Aiquile. Desde esa época cosechó cuantiosos galardones, que a la postre lo consolidaron como uno de lo charanguistas más sobresalientes del folklore nacional.
Su hija, Luciel Izumi, sigue sus pasos erigiéndose como la revelación de la música nacional.
¿Donato, por qué la tendencia de tocar charango y no otro instrumento?
Cuando muy pequeño nos vinimos de la ciudad Potosí, donde nací, a La Paz, donde radico actualmente. Entre las maletas y demás cosas mi mamá se trajo de recuerdo un rústico charanguito para colgarlo en la pared. Ahí fue el primer contacto con ese lindo instrumento que al inicio era como un juguete, pero después terminó siendo el compañero de toda mi vida.
Usted fue el primer ganador del charango de oro en el Festival de Aiquile, coméntenos la historia
El 1984 yo ya tocaba en la peña Nayra junto al maestro Ernesto Cavour y ahí me entero de la convocatoria al Primer Festival Nacional del Charango en la localidad de Aiquile, Cochabamba. Nos fuimos con una delegación de charanguistas paceños en noviembre de ese año, donde la exuberante belleza de los valles cochabambinos hizo que haga una composición solo de charango con el título “Camino al pueblo”. La canción la interpreté en el festival y ganamos el primer Charango de Oro del evento, fue un galardón muy importante, de definió mi carrera musical.
¿Ese fue el punto de partida de su trayectoria artística?
Como les comenté, creo que en Aiquile fue el punto de partida para seguir esta carrera tan hermosa de hacer cultura y representar en muchos países del mundo nuestra música, cultura, arte y, sobre todo, nuestra tricolor boliviana.
¿Recuerda cómo fue su primer charango?
Mi primer charanguito lo compramos en las Alasitas de la ciudad de La Paz, un poco rústico, pero con él aprendí a interpretar nuestra música en el colegio. Hasta ahora conservo el instrumento como un gran recuerdo de mis primeras travesuras en la música.
¿El accidente que tuvo en su mano no fue un obstáculo?
Cuando tenía escasos seis años ya vivía en La Paz, volvimos a Potosí de vacaciones y visitamos la casa de un tío vinculado con la minería. Donato, el muy travieso, jugaba con varias cosas, y entre ellas un fulminante de dinamita con suceso trágico de la explosión de este, y ahí perdí parte de mis dedos. Después de eso recién aprendí a tocar mi charanguito, pero ese supuesto problema nunca fue pretexto para no aprender y tocar mi instrumento, más bien fue el reto de mi vida.
¿Qué instrumentista influyó en su carrera como charanguista?
Inicialmente aprendí a tocar el charango como autodidacta, escuchando mucho a grandes maestros como Mauro Nuñez, Ernesto Cavour, William Centellas, Jaime Tórrez, Eddy Navia y muchos más, posteriormente ingresé a la Escuela Nacional del Folklore Mauro Nuñez, al Conservatorio Nacional de Música y de ahí me escapé a Buenos Aires, Argentina, para seguir estudiando música.
¿En definitiva de cuántos grupos formó parte y por qué se frustró su incorporación a los Kjarkas?
En este corretear con mi instrumento y nunca dejar de aprender, tuve la suerte de integrar varias agrupaciones musicales, como Yawar Inca, Los Runas, Grupo Nayra, Unaymanta, Luz del Ande, Savia Nueva y Savia Andina (durante 16 años). En una oportunidad, mi querido Hermano Gonzalo Hermosa me invitó para integrar los grandes Kjarkas, a quienes les agradecí mucho por tomarme en cuenta, pero lamentablemente en ese tiempo estaba muy involucrado con mi empresa que era una productora audio-visual, la cual no me dio posibilidad para hacer música si no era como solista.
¿El adagio “De tal palo tal astilla” se replica en el legado que le deja a su hija Luciel Izumi?
De tal palo tal astilla, para mí, Luciel, mi hijita, es el ejemplo más notable del esfuerzo y disciplina para lograr ser una gran charanguista. A sus dieciséis años llegó a darle la línea y técnica que ella sigue ahora. Además, le grabé la primera producción con todo el amor del mundo y pido a Dios que siempre la mantenga y cuide como hasta ahora. Ella sabe como la admiro y no creo que sea una astilla, más bien un gran árbol de arte y música.
¿Cómo evalúa la música folklórica en la actualidad?
Gracias a Dios yo nací haciendo folklore, pero también interpreto con el charango muchos otros géneros, que gracias a los estudios pude investigar, como por ejemplo la música clásica, jazz, fusión con mucha música del mundo y muchos más. Pero analizando nuestra música folklórica es increíble la pluriculturalidad que tenemos los bolivianos en todas las regiones, lamentablemente nos cerramos en unos pocos ritmos comerciales dejando de lado a tanta variedad musical boliviana, que creo hay que replantearnos sobre todo las nuevas generaciones de músicos.