El santuario de la Virgen de Urkupiña, ubicado en el templo de San Ildefonso, en Quillacollo, Cochabamba, va más allá de su famosa festividad, convirtiéndose en un destino religioso de peregrinación que permanece vigente durante los 365 días del año. Este templo atrae a miles de feligreses que buscan consuelo, fortaleza y milagros a través de la intercesión de la Virgen María.
Iván Vargas, párroco del santuario, subraya que la esencia de Urkupiña radica en la fe de quienes la visitan. “Es la confianza plena en Dios y en la intercesión de la Virgen María lo que motiva a las personas a llegar a este lugar. Nuestra Señora de la Punta del Cerro, como se traduce al castellano su advocación, simboliza esa conexión especial con lo divino, la participación, peregrinación y la presencia de la gente”, afirma.
El santuario permanece abierto “todo el año” —excepto en Todos Santos y Año Nuevo— con una participación constante de más de 3 mil creyentes los domingos, cuando se celebran misas continuas desde las 6:00 hasta el mediodía. “Es mucha presencia y es un signo de que muchos vienen con sus penas, angustias, dolores, enfermedades y problemas pidiendo auxilio y socorro a nuestra madre”, subraya el párroco.
PEREGRINACIÓN CONSTANTE
A diferencia de otros destinos religiosos del país, como el Socavón en Oruro o Cotoca en Santa Cruz, la Virgen de Urkupiña destaca por la constante presencia de peregrinos, menciona Vargas. “He visitado otros santuarios importantes en días regulares, y la diferencia es que aquí hay una participación masiva todos los domingos, no sólo en agosto”, señala Vargas.
Los fieles llegan al santuario movidos por diversas circunstancias, desde problemas de salud y dificultades económicas hasta conflictos familiares. “Es un lugar donde las personas encuentran esperanza para enfrentar las pruebas de la vida y seguir adelante”, explica el monseñor.
Durante fechas especiales, como fin de año o vacaciones de invierno, la afluencia aumenta con visitantes de todo el país, especialmente del occidente y del exterior. El párroco del templo indica que “el clima agradable de Cochabamba y la devoción hacia la Virgen de Urkupiña atraen a familias que aprovechan para vacacionar y renovar su fe.”
A lo largo del año, el equipo parroquial realiza actividades en aproximadamente 20 comunidades de la jurisdicción, llevando misas y mensajes de fe en fechas como Navidad. “Es nuestra forma de extender el mensaje de esperanza más allá del santuario,” menciona Vargas.
Además, la extracción simbólica de piedritas del Calvario, una tradición de Urkupiña, se mantiene viva durante todo el año, comenta. Los peregrinos acuden con la esperanza de que este acto les ayude a superar obstáculos, prosperar y alcanzar sus metas.
“Es una expresión de fe y confianza en la intercesión de la Virgen. Es el sufrimiento que tenemos que pasar por el sufrimiento de la cruz para lograr nuestra alegría”, dice.
UN SANTUARIO ABIERTO SIEMPRE
El santuario, ubicado en la plaza 15 de Agosto, en el corazón del municipio de Quillacollo, permanece abierto todos los días de 7:00 a 19:00, brindando un espacio para la oración y reflexión con los brazos extendidos de la “mamita”. Aunque en fechas específicas se ajusta el horario para permitir que el personal celebre en familia, como en Año Nuevo o Todos Santos, la atención al público es constante. “Éste es un santuario que nunca se cierra. Es un lugar de refugio espiritual para quien lo necesite”, subraya Vargas.
Además del aspecto espiritual, se destaca el movimiento económico generado en torno al santuario. Desde hace ocho años, Virginia Céspedes, parte de la Asociación La Católica, que reúne a más de 20 vendedoras de velas y recuerdos en la zona, cuenta que “todo el año viene gente a visitar a la Virgen de Urkupiña, no tanto como en la fiesta, pero siempre hay movimiento”. “La gente busca novedades, sobre todo recuerdos de vidrio, rosarios, velas”, explica.
También menciona que otras fiestas locales como la del Señor de Exaltación, en septiembre, aunque no tienen la misma magnitud que Urkupiña, mantienen vivo el flujo de visitantes. “Es que la gente viene porque siente que la Virgen es muy milagrosa. Nosotros estamos aquí para servirles y esperamos que sigan viniendo”, invita.
IMPACTO DE LA FESTIVIDAD
Según datos de la Alcaldía, más de un millón de peregrinos visitan el lugar desde el inicio de la quincena el 31 de julio hasta el Día del Peatón, en septiembre. Sin embargo, Vargas aclara que el flujo de visitantes no se detiene después de la festividad. “La devoción se mantiene viva todo el año, porque Urkupiña es más que una fiesta; es un refugio espiritual constante”, expresa.
Para quienes aún no han visitado el santuario, el monseñor envía el siguiente mensaje: “Éste es un lugar de esperanza, donde las personas pueden encontrar fuerza para superar cualquier desafío. No nos dejemos vencer por el dolor o los problemas; todo tiene solución porque para Dios todo es posible. La Virgen María es nuestra intercesora, siempre dispuesta a escucharnos y caminar con nosotros.”
HISTORIA
La Virgen de Urkupiña es una de las advocaciones marianas más veneradas en Bolivia. Su devoción se remonta al siglo XVII, en Quillacollo, cuando, según la historia, una pastorcita tuvo una visión de la Virgen María en una colina cercana. Al relatar el encuentro a sus padres y vecinos, señaló la figura celestial con la frase en quechua “Urqupiña”, dando origen al nombre que identifica a esta advocación. Este acontecimiento marcó el inicio de una devoción que ha trascendido generaciones, convirtiendo a la Virgen de Urkupiña en un símbolo de fe, milagros y esperanza.
El templo San Ildefonso que alberga a la imagen de la Virgen cuenta con 115 años. La edificación comenzó a construirse en mayo de 1908 de acuerdo a la placa que se exhibe en el ingreso a la infraestructura, declarada como patrimonio nacional por Ley 1347 el 15 de septiembre de 1992.