Mientras los bloqueos sacuden al país y los incendios diezman millones de hectáreas en el territorio nacional, una noticia pasa casi desapercibida: un taxi, aparentemente sin prestar atención a las múltiples señales de advertencia, invadió este sábado la plataforma ferroviaria y chocó contra uno de los vagones del Tren Metropolitano, sin mayores consecuencias más que los daños materiales en ambos vehículos.
La noticia carecería de mayor relevancia y hasta pasaría a lo anecdótico si no fuera por un pequeño gran detalle: se trata del octavo choque de un vehículo automotor contra un vagón en pleno movimiento desde que el Tren fuera inaugurado en 2022.
Es importante recordar que estos accidentes no son causados por fallos del tren ni por una falta de señalización. Al contrario, las medidas de seguridad en torno a las ferrovías son más que claras. En la zona central, existen al menos seis filtros de advertencia antes de llegar al cruce, entre luces, señales sonoras y barreras. Sin embargo, en todos los casos, los vehículos involucrados no respetaron estas advertencias. Parece que muchos conductores prefieren arriesgarse a detenerse, tal vez presionados por los autos que vienen detrás o, lo que es peor, por la absurda idea de “ganarle al tren”.
La buena noticia es que hasta la fecha no se han lamentado daños humanos, pero la pregunta que surge inevitablemente es: ¿qué más necesitamos para evitar una tragedia? ¿cuántos accidentes más tienen que ocurrir antes de que aprendamos la lección? La educación vial se ha difundido ampliamente desde la inauguración del tren, pero los hechos demuestran que, lamentablemente, no ha sido suficiente. Nos enfrentamos a un problema de conciencia y respeto, donde los conductores no solo ponen en peligro su vida, sino también la de los pasajeros del tren y otros usuarios de la vía.
Es innegable que el Tren Metropolitano ha traído beneficios al transporte de nuestras ciudades, aliviando el tráfico y ofreciendo un medio de transporte moderno y seguro. Pero esa seguridad depende, en gran medida, de que los conductores de vehículos respeten las reglas. Se han implementado suficientes advertencias y medidas de protección. Agregar más barreras, alarmas o luces no parece ser la solución. El problema no está en la falta de señalización, sino en la falta de respeto a esta.
¿Tendremos que esperar una tragedia para que la gente entienda la gravedad de la situación? Esperemos que no. Urge que los conductores dejen de arriesgarse y empiecen a respetar las normas que buscan protegernos a todos. Porque si algo está claro en esta situación es que la imprudencia y la falta de educación vial son los verdaderos infractores en estos accidentes.