La situación en Ucrania ha estado acaparando los titulares internacionales, es una crisis que trasciende las fronteras y afecta las relaciones globales.
Si bien el conflicto tiene sus raíces en cuestiones geopolíticas y territoriales, sus repercusiones van más allá de las regiones involucradas. Uno de los efectos inesperados ha sido el impacto en la economía de países como Bolivia, que está sufriendo una iliquidez de la divisa estadounidense. Nuestro país no es el único que sufre los efectos de la guerra en Ucrania, Chile, Argentina y Colombia han atravesado desde febrero de 2022 una devaluación de sus monedas frente al dólar, inédita en la última década.
La relación entre ese conflicto y la escasez de dólares en Bolivia puede parecer distante a primera vista, pero está mediada por una cadena de eventos económicos y políticos interconectados.
La devaluación de las monedas nacionales frente al dólar, en Chile y Colombia, responde —también— a problemas internos como el déficit fiscal histórico que arrastran esos dos países (incluido Bolivia), y la caída de los precios internacionales de sus principales fuentes de ingresos: cobre en el caso chileno y petróleo en el colombiano.
La economía global es un sistema interconectado, en el que los eventos en una región pueden desencadenar reacciones en cadena en otras partes del mundo. En el caso boliviano, que depende en gran medida de las exportaciones de materias primas como el gas y los minerales, la disminución de los precios y la demanda en los mercados internacionales tuvo un impacto directo en el ingreso de los dólares. Esta disminución de los ingresos en divisas limita la disponibilidad de dólares en el país, lo que a su vez contribuye a la escasez, sumado a que antes de la aprobación de la mentada Ley del Oro que faculta al Banco Central controlar la comercialización a precio internacional del oro, un gran porcentaje de ese mineral fugaba del país vía contrabando.
Otro aspecto importante es la influencia de las políticas de los bancos centrales y las tasas de interés en el contexto internacional. En momentos de incertidumbre, los inversores pueden buscar refugio en monedas fuertes, como el dólar estadounidense o el yuan chino. Esto puede llevar a una apreciación del dólar y el yuan frente a otras monedas, como está sucediendo en la mayoría de los países latinoamericanos, la excepción fueron México y Uruguay. Una moneda local más débil puede aumentar los costos de importación y, por lo tanto, contribuir a la inflación y la disminución del poder adquisitivo.
La interconexión económica global también se extiende al comercio internacional. Si la demanda global se debilita debido a la inestabilidad causada por el conflicto en Ucrania, puede afectar las exportaciones de países como el nuestro y reducir los ingresos en dólares. Sumada la escalada especulativa que en nuestro caso está generando un pseudomercado cambiario paralelo del dólar.
El 17 de julio de este año, Rusia se retiró unilateralmente del acuerdo comercial de exportación de granos por el mar Negro, bloqueando de esta manera la principal fuente de ingresos de Ucrania. Todo indica que los efectos de esta guerra seguirán afectando la estabilidad económica, y también alimentaria, a nivel global, en especial de países con economías más vulnerables. En 2022 el trigo ucraniano representó el 50% de las compras del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas para su distribución en Asia, África y parte de América Latina, en 2023 representó el 80%.
En conclusión, la crisis en Ucrania ha expuesto cómo los eventos internacionales pueden afectar de manera global la economía de los países. La escasez de dólares en Bolivia es un ejemplo de cómo la interconexión económica global puede traer consigo desafíos inesperados.