El capitalismo popular representa una redefinición profunda y opuesta al modelo económico estatista y centralista actual. En el núcleo de este concepto yace la firme convicción de que todos deben tener acceso a las herramientas y oportunidades para prosperar, fortaleciendo la propiedad privada, alimentando la iniciativa individual y respaldando la dinámica del libre mercado para mejorar la calidad de vida de la población. En lugar de una economía dirigida desde las altas esferas del poder, este enfoque busca impulsar una participación económica ascendente, emanada desde la base de la pirámide social.
El capitalismo popular busca trascender las barreras tradicionales y renovar nuestra percepción de la inclusión económica. En lugar de esperar que el Estado lo haga todo, busca integrar genuinamente a todos los actores de la sociedad en el tejido económico. La meta es que todos, independientemente de su origen, situación económica, raza o ideología, tengan un papel activo en la economía. Cada individuo tiene un valor y potencial intrínsecos que, al ser adecuadamente estimulados y aprovechados, pueden enriquecer y robustecer la economía de manera colectiva.
Este enfoque también se extiende a las regiones y comunidades que históricamente han sido marginadas y sobrepasadas por el Estado que se apropia de sus derechos a la autodeterminación. Cada región debe poder definir su destino como sus ciudadanos vean conveniente, en el ejercicio total de sus libertades.
El énfasis está en una inclusión estratégica para forjar una economía resiliente y diversa. Utilizando la diversidad de pensamientos y habilidades individuales, se revelan oportunidades que un Estado centralista nunca podría ver. Una economía inclusiva promueve estabilidad y justicia, minimizando tensiones y conflictos. El objetivo es empoderar a los individuos, proporcionándoles herramientas y recursos, con un Estado ágil actuando como facilitador.
Pese a que la historia económica boliviana ha estado marcada por enfoques estatistas, se destacan la tenacidad del empresariado formal y el surgimiento de una vibrante economía informal. En este escenario, el capitalismo popular tiene la base para prosperar. Comerciantes, cuentapropistas, pequeños emprendedores y una variedad de actores están revolucionando la economía boliviana. Estos empresarios populares, más allá de ser meros participantes, son innovadores que, sin un respaldo formal y enfrentando desafíos, idean soluciones creativas. Su impulso proviene de tradiciones indígenas de comercio y autogestión, así como de la necesidad de hallar alternativas en un sistema que no los integra plenamente debido a normativas y gravámenes restrictivos. Están reescribiendo la definición de ser empresario en Bolivia, cuestionando convenciones económicas.
Paralelamente, numerosas propiedades privadas no registradas constituyen capital muerto o reprimido. Aunque son esenciales para sus dueños, la ausencia de reconocimiento legal impide que se utilicen plenamente, por ejemplo, como garantías para créditos o inversiones.
Otro aspecto distintivo del capitalismo popular es su visión del trabajador. No lo ve solo como un agente pasivo en la cadena de producción, sino como un potencial empresario, inversionista y colaborador estratégico. Imagina un sistema en el que los trabajadores no sólo reciban salarios, sino que también se conviertan en inversionistas, socios de sus empleadores y participantes activos en el mercado de capitales. Esta transformación cambiaría la dinámica laboral, alineando los intereses de empleados y empresas.
Bolivia está en medio de una transición económica. Con el auge silencioso del empresariado popular mayormente informal y la resiliente economía formal, el país tiene ante sí una oportunidad única de fusionar lo mejor de ambos mundos. El desafío radica en establecer políticas que liberen el talento y el capital reprimidos por la burocracia, los aranceles y los impuestos desproporcionados, permitiendo así que el capitalismo popular florezca.
En esencia, el capitalismo popular no es solo un sistema económico, es una filosofía de vida. Su implementación requiere un cambio profundo en cómo se percibe la riqueza, el poder y la participación. Al brindar a cada ciudadano las herramientas y oportunidades para ser parte activa de la economía formal, se sientan las bases para una sociedad más justa y próspera. Bolivia tiene ante sí la oportunidad de ser pionera en este enfoque, fusionando tradición y modernidad en un modelo económico revolucionario.
El autor es analista financiero, Twitter: JaimeDunn_