¿Qué tienen en común Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España y Evo Morales Ayma, dirigente vitalicio de los cocaleros?
Que ambos acunan en sus genes las señales inequívocas del típico personaje despreciable y nefasto. Son pues, una prueba fehaciente de que, en este mundo ancho y ajeno, los malnacidos no escogen sitio geográfico, clase social, ni tiempo, ni espacio para cometer sus fechorías y sus actos delincuenciales. Fueron, son y serán, siempre, unos bastardos sin gloria.
Hay muchos más, desde luego, pero por ahora nos centraremos en estos dos ejemplares.
El primero, un personaje arrogante, presuntamente socialista, soberbio, demagogo, espurio y servil a los intereses de la política española y vendiéndose al mejor postor.
Un ruin e indolente, que sólo cinco días después de la catástrofe de DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) en la Comunidad Valenciana, dijo que el “objetivo principal” del Gobierno era “salvar vidas”, cuando ya se había registrado una gran cantidad de muertos, destrucción total de la ciudad y varios desaparecidos.
A la par de estas desaprensivas declaraciones, Pedrillo decía: “Quien quiera ayuda, que la pida”. Vaya despropósito de este fascista incontenible. Fascista, sí, al mejor estilo del Duce, cuando su pretensión era que el partido se apropiase del gobierno, como si fuera su finca, su propiedad o su instrumento político para hacer lo que le diera la gana con éste.
Con razón, cuando los reyes Felipe y Letizia, y Pedro Sánchez visitaron las zonas arrasadas, los recibieron con lodo y barro y les gritaron las verdades, Sánchez, entre huir y quedarse, opto por darse a la fuga, como las ratas, con toda su comitiva, no sin antes escuchar, en estéreo, los gritos de “asesinos, delincuentes, hijos de puta, fuera”.
Hasta ahora la tragedia de DANA ha dejado al menos 219 muertos en toda España, la mayoría en Valencia. Esta catástrofe es el equivalente al huracán Katrina que castigó, sin medida ni clemencia, la ciudad de Nueva Orleans, en Estados Unidos. Esa tragedia, puso en evidencia la brutal segregación racial. Las autoridades no disimularon jamás lo poco que les interesaba la gente, la tragedia y las muertes. Muchas personas estuvieron días, encerrados, esperando ser rescatados.
Discriminación, negligencia y desprecio, todo eso fue lo que recibieron de parte de los gobernantes. La rotura de los diques y la desorganización en las operaciones oficiales de ayuda y rescate dejaron más de 1.300 muertos, un millón y medio de personas sin hogar y daños materiales incalculables.
El segundo, un personaje espurio y abyecto. Dirigente cocalero que jamás supo cuajar como un individuo de cambio y de transformación, teniendo la gran oportunidad de hacer. Evo Morales es el típico caudillo subdesarrollado que poseyendo cierto poder, pretende hacer lo que le da gana o lo que su capricho le mande, sin importar las consecuencias.
Los 14 años de su gobierno nefasto fueron la dictadura perfecta, cooptando conciencias y creando toda una gran red de delincuentes y criminales que se encargaron de corromper a gran parte de las instituciones del Estado.
Ahora y tras 24 días de bloqueos llevados a cabo por sus esbirros amaestrados, particularmente en Cochabamba, las pérdidas alcanzan los $us 2.000 MM, dejó al menos 20 heridos, una economía al borde del abismo y un país fragmentado y enfrentado socialmente.
Alguien, o específicamente un personaje, Evo Morales Ayma, tiene que pagar la factura de todo este descalabro económico. Afectación irreversible al sector productivo.
En un sistema de Gobierno paralelo en el que se respetan las leyes, el orden y la institucionalidad, los delincuentes van a la cárcel y pagan por sus fechorías.
Evo Morales es el caudillo agitador más letal que ha existido a lo largo de nuestra historia moderna. No puede ser posible que todas sus acciones, órdenes y encierros que ha provocado a lo largo de su existencia en contra del país y de su economía, queden impunes y sin sanción. El gobierno de Luis Arce tiene la obligación de hacer cumplir la ley. Morales, debe ser juzgado, no sólo por estupro y tráfico de personas, sino por sedición, terrorismo, encierro y por obstruir la libre transitabilidad y el derecho a la alimentación y al comercio.
¡Morales, es un bastardo sin gloria!
Su trayectoria política como dirigente cocalero, antes de asumir la presidencia, durante sus 14 años de gobierno y su posterior huida del país, lleva como esencia inequívoca una definición clara en su núcleo de acción: la subversión como método de lucha para alcanzar el poder.
Bolivia, que históricamente acunó la bipolaridad partidista y el caudillismo en su cúspide, con Morales, se enfrentó a componentes mucho más nefastos y letales que deterioraron, paulatinamente, el sistema democrático y el orden social como herramientas para conducir al país hacia un propósito.
Evo y su movimiento social, no sólo reivindicaron e instituyeron el partido único, el caudillismo como forma de imponer el orden y el control absolutos a sus leales, sino también, transformó todo ese esquema subversivo en un “modelo” político y económico que hasta ahora continúa. Subvirtió el orden y los conceptos clásicos de sociedad, ética, política, revolución, desarrollo, verdad, libertad, cultura, Gobierno y Estado y, desde esa posición, vendió la idea de ser un personaje insustituible y casi una vaca sagrada.
Morales, al mejor estilo del Duce, pretendía que su partido se apropiase del gobierno, como si fuera su rancho, su propiedad o su instrumento político para hacer lo que le diera la gana con éste, eso le hace un fascista rematado.
Siempre sostuve que el antídoto para el veneno del MAS y Evo Morales, debería salir del propio MAS y de Evo, así fue. Quizás lo más rescatable de todo esto, sea el hecho de que Morales ya se suicidó políticamente, labró su desgraciado destino, construyó su lápida y escribió un epitafio: “La sangre sólo sirve para lavar las manos del ambicioso”, (Lord Byron).
El autor es comunicador social