Miles de personas se detienen todos los días frente a un lienzo de ocho metros de largo y tres y medio de alto. El Guernica, de Pablo Picasso, pintado en blanco, negro y tonos grises, es una obra de inmenso valor artístico con inspiración múltiple de grandes maestros. Aparte de esa importancia, es considerado el cuadro que resume las guerras del siglo XX. Su trascendencia está en esas seis figuras humanas y tres animales que retratan el saldo, 126 muertos, del bombardeo de la aviación nazi sobre una pequeña población vasca durante la guerra civil española.
La figura sobresaliente es una madre aullando de dolor como toda madre que pierde un hijo. Alza los brazos extendidos en una proporción mayor de su pobre cuerpo desgarrado. Es posible escuchar su grito aún en medio de las multitudes que se agrupan para mirarla, comentar, señalar y suspirar. Ella se impone sobre todos los otros elementos.
Reclama al cielo que ha permitido que destrocen para siempre sus entrañas.
Picasso pintó la famosa tela por encargo de los republicanos con la esperanza de que el mensaje conmoviera a las democracias del mundo, para que se sepa lo que pasaba en su país. La mayoría de los gobiernos prefirió mirar a otro lado. Cuando, poco después, Alemania invadió Polonia, era tarde.
El Guernica superó ese pasaje histórico aislado para convertirse en el símbolo de los horrores que la guerra provoca, sobre todo entre los más inocentes. No son los soldados que se enfrentan cara a cara, sino el poder de las máquinas de muerte que lanzan bombas sobre la población inerme.
En 45 días, el ejército israelí ha lanzado miles de bombas sobre Gaza, la nueva “Guernica”; ha destrozado más de 200 mil viviendas, el 45% de todas las construcciones; ha obligado a más de un millón de palestinos a escapar en medio de gritos y llantos hacia un lugar de la nada; ha herido a al menos 25.000 personas, entre ellas muchos menores que llevarán las secuelas de por vida; en algunos casos familias enteras, hasta de 41 miembros, han sido asesinadas; ha matado a más de 14.000 en el norte, en el sur y en el centro de la Franja para demostrar que ningún lugar es seguro. El conteo de la BBC, de Unicef, de la ONU aumenta cada hora.
El espectáculo más apocalíptico es el asesinato de 5.500 chiquitos en sus casas, en el refugio de sus escuelas, en las calles mientras huían llorando del sonido aterrador de las bombas. La masacre de niños no tiene precedentes, declaró el secretario generaral de la ONU. (Aunque en 2021, Israel asesinó a 2.100 infantes y dejó ciegos o inválidos a muchos más en la última década). Las mortajas diminutas son la marca histórica de esta masacre; en Seúl han esparcido miles de calzados de niños y niñas para solidarizarse con los palestinos. El objetivo principal de la venganza israelí es el sistema de salud, sobre todo los grandes hospitales, miles de personas movilizadas en todo el mundo, muchos médicos y enfermeras, exigen el cese del drama.
Hasta ahora Israel no ha podido demostrar sus pretextos para atacar más de 300 centros sanitarios, como sucedió con EEUU cuando desangró Irak con el fantasma de las armas nucleares. Para encontrar 10, 50, 100 combatientes de Hamas, el Ejército de Tel Aviv ha tenido que matar a enfermos y a madres en el hospital de Al-Shifa; para mostrar 30 armas, Benjamín Netanyahu ha dejado sin electricidad las incubadoras de bebés prematuros; sin agua potable a las salas de cirugía; sin alimentos a dos millones de gazatíes.
Decenas del personal de salud palestino han muerto defendiendo la vida. Son los nuevos héroes de esta otra invasión del siglo XXI. Después de estas semanas, ¿qué gobierno democrático levantará su dedo contra Vladimir Putin: ¿Macron? ¿Biden? ¿los alemanes que incluso han quitado el premio a una narradora palestina en Fráncfort y han corrido a ofrecer armas a Netanyahu? ¿acaso esta larga tragedia no es consecuencia histórica de las acciones centenarias de Francia, Gran Bretaña, Alemania y EEUU?
Como Herodes hace 2023 años, que mandó asesinar a dos mil menores de dos años por miedo a un recién nacido. Otra vez, María y José tienen que escapar a Egipto con su niño en brazos. La Media Luna Roja Palestina ha conseguido evacuar a 31 de ellos, que pesan entre 800 y 1.200 gramos. Ese esfuerzo ha abierto el milagro, porque Nour al- banna ha encontrado a sus mellizas prematuras Leen y Layan. El resto de los bebés no sabrá quizá nunca si sus padres murieron, si tienen hermanos, si valió la pena arribar a este planeta.
Picasso, en medio de la mortandad en Guernica, pintó dos elementos: una débil lucecita para iluminar la tristeza. Y una flor sencilla, como el trazo de un escolino, que abre sus pétalos con la esperanza de un nuevo amanecer. En España, la aurora tardó medio siglo en aparecer. ¿Qué pasará en Gaza el día después?