quiero entender que a la persona que no tiene poder alguno le llaman “ciudadano del llano”, también le apostrofan como “ciudadano de la calle”, otros le denominan “ciudadano de a pie” y en fin le asignan otros calificativos más, lo que significa en contrapartida que existe otra especie que es distinta, que es de la cima, de la cúspide, que pisa sobre alfombras, aunque camine de cuatro patas y no tengan cabeza.
Cuando hablan del ciudadano del llano me transportan imaginariamente a los días de la Revolución Francesa, cuando las personas sumidas en el abuso del monarca estaban más “fregados que palo de gallinero” y constituían lo que el revolucionario Emmanuel Sieyes llamaba Estado llano o tercer Estado, el estamento no privilegiado, carente de derechos.
Cuando hablan del “de la calle” me viene a la imaginación un individuo tan pobre de solemnidad que viste de harapos, que vive y duerme en un callejón o plazuela y que se alimenta con los desechos de la basura.
Y cuando dicen ciudadano “de a pie” se me viene a la mente una persona que camina calle arriba y calle abajo, talón punta talón, que procura dar grandes zancadas porque hasta el tiempo está contra él.
Desde luego que estas son simples imaginaciones mías porque posiblemente los usuarios de esta terminología quieren decir otras cosas, presumo que se refieren a esa mayoría de ciudadanos (pueblo) que son conducidos como ovejas al matadero electoral para erigir a los carniceros que pronto los desollarán, que no ejercen ninguna influencia sobre nada y sobre nadie y que no mandan ni siquiera en su casa.
A propósito de los ciudadanos que conforman el pueblo, no quiero decir para nada acerca de los inventos disparatados de Paolo Virno y los vivillos del socialismo del siglo XXI que dicen que una cosa es el pueblo y otra la “multitud” y que lo primero, “pueblo”, no vale nada y que “multitud” es la prenda de oro que todo lo determina, distorsionando a su gusto las discusiones de Platón y Heráclito, de Thomas Hobbes y Spinoza sobre este tema.
Pero lo que a mí me consta es que los “ciudadanos del llano”, los de “a pie” o los “de la calle” en conjunto forman lo que se llama “pueblo”, pueblo llevado a su más degradante y humillante categorización al ser llamado, sin ambages, de frente, “rebaño”, sin que ningún hombre “de a pie” se inmute o reaccione ante semejante insulto; es más, aparecen los “pastores”, políticos carroñeros, o religiosos inescrupulosos, que sobre las espaldas de los ciudadanos de la calle hacen lo que les da la gana cada día.
Pero ni qué hacer, así estamos.