Quienes han seguido mi columna desde esta nueva temporada, saben que me convertí en una loca madre primeriza hace unos cuantos mesecitos y a mi lado tengo un padre primerizo con quien comparto esas miradas de no tener idea acerca de qué estamos haciendo con la vida de nuestra pequeña. Este padre estrenado no me ayuda con nuestra hija; no, él ejerce su paternidad. ¿Y cómo conseguí un hombre así?
La respuesta es muy sencilla: no lo sé. Creo que ninguna mujer en el mundo se convierte en madre al lado de alguien que sabe que se desentenderá de este ejercicio.
Considero que todas esperamos a un hombre dispuesto a despertarse, cuidar, dar de comer, cambiar pañales, interactuar, llevar al médico, etc. a sus hijos. Pero no siempre se tiene esa suerte. Y la sociedad tampoco espera tanto de un hombre.
Semanas atrás, les conté que estuve internada a las dos semanas de nacer mi hija y la pregunta del 90 por ciento de mi entorno era: “¿Con quién está tu bebé?, ¿con tu mamá?”. Y mi respuesta era: “Pues no, con su padre” y los rostros de la gente eran como para hacer un video de reacciones para TikTok. Incluso, no faltaron quienes me dijeron: “¿Y confías en él?”
Hasta ese momento, no entendí del todo esa última pregunta. Mi idea lógica era que, ante la ausencia de la madre, pues quien cuida es el padre. Luego, viendo noticias, me di cuenta.
Hay tantos casos de violencia contra los niños y la mayoría de los agresores son padrastros, tíos, abuelos, padres, hermanos, etc. ¡Es aterrador! Una amiga me dijo también: “Yo no confío ni en el padre de mi hija”.
Sin embargo, yo he tenido suerte. Él sostuvo, y sostiene, la vida de mi recién nacida y la estabilidad mental de su esposa convaleciente. Me hacía videollamadas, mandaba fotos, se desvelaba para darle de comer, cambiarle los pañales, estar con ella y se desvivía, y se desvive, por ella para que yo también tuviera, y tenga, la tranquilidad de saber que nuestra hija estaba, y está, en buenas manos.
Aún hoy, salgo de casa y dejo a mi hija con su padre con la certeza de que está en buenas manos. Mi esposo es un hombre que ejerce su paternidad, que disfruta de hacer reír a nuestra hija y que me da mi lugar como su madre, me apoya en la lactancia e investiga conmigo cuando los dos no tenemos ni idea de lo que hacemos (lo cual ocurre muy seguido).
En este Día del Padre, quiero dedicar estas líneas a mi cómplice, mi “partner in crime”. Que sirva de ejemplo para aquellos que creen que ser padre es pasar 400 bolivianos al mes y decirle a la madre que cuidadito se los gaste en ella.
Que sirva de ejemplo para aquellos que 20 años después no volvieron a preocuparse de sus hijos, para esos hombres que niegan su paternidad y dejan a las mujeres solas.
Para esos, ni salteña ni soda.
Tengo esperanzas de que se viene una nueva generación de padres que aman su paternidad y no contentan con ser sólo “el sustento del hogar”, porque no sólo se necesita plata para crecer, sino amor y escucha.
Finalmente, si hay alguien a quien debo agradecer mi capacidad para confiar en mi pareja es a mi propio padre, que siempre cuidó de mí y me demostró que hay hombres buenos dispuestos a ser excelentes padres.
A mi padre, a mi esposo y todos los papás que “no ayudan”, sino que ejercen su paternidad: ¡Feliz Día del Padre!