Este sábado 23 de marzo —en un atípico día dedicado a recordar la Guerra del Pacífico de 1879— los habitantes del territorio que actualmente ocupa el Estado Plurinacional de Bolivia serán contabilizados en números y en otras calidades. Este Censo se realiza con retraso, después de 12 años y con escasa credibilidad.
Pese a ello, nos debemos esforzar por el éxito del conteo y por tener los resultados más aproximados a una fotografía grupal en beneficio del futuro nacional. Los periodistas, los medios de comunicación y quienes acceden a redes —sobre todo las informativas— deberán actuar como aliados y no como adversarios del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Las especulaciones, las informaciones erradas, las tergiversaciones serán tan nefastas como cualquier actitud gubernativa de controlar el trabajo de la prensa. La autorregulación responsable tendrá un gran desafío.
Es mejor ser optimista. ¡Así será! Porque los habitantes de este territorio necesitan tener más certezas que incertidumbres o datos disfrazados. Es necesario, imprescindible, como lo fue hace casi dos siglos, o en 1900 o en 1950, realizar el Censo con la mayor precisión posible y limitar al máximo los márgenes de error.
El Bosquejo estadístico (1851), de José María Dalence o el Informe sobre Bolivia 1826, de Joseph Barclay Pentland nos remiten al nacimiento dificultoso de la patria; aun con sus limitaciones, ayudan a entender por qué Bolivia brillaba con sus primeras estrellas y por qué los inmensos desafíos de territorio y población complejizaron su desarrollo.
Las categorías de los censos (algunos sólo conteos) decimonónicos reflejan una ideología miope que calificaba a los habitantes de las tierras bajas como “selvícolas”, “bárbaros”, gente sin alma. Las cifras eran aproximaciones.
Aunque los censos fueron importantes para las civilizaciones, incluyendo las continentales, desde hace milenios, en el siglo XX Bolivia tuvo, hasta la Revolución de 1952, apenas dos estudios nacionales. Tampoco hubo estadísticas confiables durante los sucesivos ciclos inestables, hasta 1976.
El primer censo se realizó bajo el gobierno militar de Hugo Banzer quien delegó la tarea a un equipo altamente técnico. Jorge Félix Ballivián era un profesional formado en Europa y catedrático de estadística de la Universidad Católica Boliviana. Con sólo 30 años organizó un staff interdisciplinario con economistas/estadísticos, gestores, administrativos, sociólogos, antropólogos.
Ballivián, heredero de las cultas élites paceñas, es un nombre que debería ser más recordado porque demostró que los bolivianos pueden enfrentar con éxito las grandes tareas. El Censo de 1976 no sólo arrojó cifras reales, sino que pintó el país que era y que podía ser. Él murió joven, pero ayudó a consolidar la visión universitaria de los estadísticos.
Una vez más, la inestabilidad política afectó el desarrollo de las tareas del INE y los conteos bianuales y decenales no siempre se cumplieron. Sin embargo, en medio de charreteras y gobiernos democráticos, el INE mantuvo un perfil técnico bajo la dirección de personal adecuado y responsable… hasta que llegó al poder el Movimiento Al Socialismo (MAS).
El Censo 2012 se realizó con retraso y contaminado por la política, jaloneado por corrientes pachamamistas y en un contexto de grandes migraciones internas. Algunos de estos traslados fueron artificiales con el objetivo de modificar resultados electorales, sobre todo al norte y este del territorio. Además, al mismo tiempo, las decisiones y opiniones de José Luis Exeni desde 2009 habían dañado para siempre la independencia del tribunal electoral. El sistema de registro civil y el sistema biométrico estaba (está) altamente contaminado. Todavía no se conoce el alcance de la intromisión venezolana.
El Censo de este 2024 marcó fecha después de protestas regionales, sobre todo desde el departamento de Santa Cruz. La fotografía deberá ser muy distinta por los aumentos en la población urbana y periurbana y por las densidades poblacionales regionales. También deberá mostrar cómo están afectadas las provincias, incluyendo los valles mesotérmicos cruceños.
Lo más difícil será evidenciar que Bolivia tiene cuatro puntos cardinales, que no se divide únicamente entre oriente y occidente, o entre tierra altas y tierras bajas, como se suele simplificar.
Es momento de que los bolivianos, en especial los políticos, entiendan que nuestras geografía y población ocupan más que la división de la cordillera Andina. Los benianos no son orientales, son sobre todo nordestinos, con bosques tropicales alternados por pampas. La Paz es más amazónica que altiplánica. Chuquisaca tiene valles ardientes. Potosí es mucho más diverso que la foto del Cerro Rico. Ese extraño paisaje árido y de matorrales llamado Chaco es muy diferente de las llanuras donde se lo suele incluir en los discursos regionalistas. Ojalá el Censo ayude a superar los imaginarios anticuados.
Los comentaristas deportivos de la televisión argentina deben aprender que la selección boliviana no es la “del altiplano” sino la representación de una de las naciones más diversas y plurinacionales del continente. Esa es su fortaleza. ¡Con mucho orgullo!