La semana pasada ya expresé mi opinión sobre la reforma intencionada sobre la reelección presidencial y ahora voy a insistir en el tema por el peligro que se cierne contra los máximos ideales republicanos. En Bolivia, el debate sobre la reelección presidencial ya no es una simple cuestión de alternancia en el poder, sino un reflejo de la lucha del líder cocalero por mantener bajo su control a todo el país. Evo Morales, a través de su partido, ha rediseñado su estrategia, presentando una nueva pregunta sobre la reelección que esconde más de lo que revela. La pregunta ha sido rediseñada para el probable referendo de diciembre de este año y dice: ¿Está usted de acuerdo a que el artículo 168 de la Constitución Política del Estado, que dispone la reelección por una sola vez de manera continua del Presidente y Vicepresidente del Estado, sea ampliado para incorporar la reelección por una sola vez de manera discontinua, lo cual, implicaría iniciar el procedimiento de reforma parcial de la Constitución, previsto en el texto constitucional vigente?
El partido de gobierno, Movimiento al Socialismo (MAS), ha emprendido una campaña para flexibilizar las actuales restricciones a la reelección, pero no con la intención de fortalecer la democracia, sino con el claro objetivo de asegurar la continuidad de sus militantes azules en el poder. Esta estrategia, más que una propuesta democrática, es un intento descarado de perpetuar un proyecto político que, a lo largo de los años, ha demostrado un firme control sobre todos los órganos del poder, incluido el órgano electoral, sobre el que pesan sobradas dudas sobre su imparcialidad.
La nueva pregunta que se pretende presentar al electorado es, en realidad, una modificación disfrazada de la Constitución. En mi opinión, el gobierno ni siquiera planea llegar a un procedimiento de reforma constitucional. Esto se debe a que, según la normativa vigente, los resultados del referendo de diciembre tendrán carácter vinculante y su vigencia será inmediata y obligatoria. Esto elimina la necesidad de convocar a una posterior reforma constitucional sobre la reelección, ya que el verdadero objetivo del MAS es asegurar que las reglas del juego cambien en diciembre sin el consentimiento directo de la ciudadanía.
Evo Morales apunta a ser reelegido utilizando el argumento de que, entre su último mandato (2019) y su nueva candidatura (2025), existe un mandato intermedio que lo habilita para presentarse nuevamente. Este enfoque es un claro ejemplo de cómo se manipulan las leyes y las normas con el fin de perpetuar a la figura política del cocalero en el poder, desvirtuando el principio democrático de alternancia.
Esta estrategia no es sólo una manipulación de las normas, sino también un intento de confundir al electorado, presentando una pregunta que encierra una poderosa maniobra que directamente erosiona la confianza en nuestro sistema electoral. La democracia boliviana corre el riesgo de convertirse en un mero formalismo, donde las reglas se cambian según la conveniencia de quienes ostentan el poder para beneficiarse a sí mismos o a sus aliados más íntimos.
La nueva pregunta debe pasar por el filtro institucional del Tribunal Supremo Electoral y del Tribunal Constitucional, que son los encargados de confirmar si se cumple con el procedimiento establecido y si el contenido de la pregunta es viable. Sin embargo, existe una preocupación legítima de que estos órganos puedan ser presionados o influenciados para aprobar una consulta que claramente beneficia al MAS.
Aunque el partido de gobierno busca justificar un cambio constitucional en el artículo 168 mediante esta consulta previa, el gobierno debería ser más claro y convocar directamente a un referéndum de reforma parcial de la constitución, y no fingir una maniobra por demás “inverosímil”. El MAS impulsa este referendo a sabiendas que es inviable, debido a que la ciudadanía ya decidió el 21F con una negativa bastante evidente sobre un cambio tan significativo sobre la reelección presidencial contenida en el artículo 168 vigente ahora. La consulta previa que propone el MAS sólo revela una mala intención: la de manipular el sistema para beneficiar nuevamente a Evo Morales en detrimento de la voluntad popular. La democracia boliviana no debe ser rehén de las ambiciones del cocalero, y es deber de todos defenderla contra cualquier intento de conspiración con maquillaje de democracia participativa.