El guitarrista cruceño Piraí Vaca destaca por la magia que trasmite en el escenario, aquello que empezó con la guitarra clásica ha evolucionado a un estilo propio que ahora explota con otro tipo de “sonoridades”. Vaca está de gira por el país y en una entrevista especial con OH! contó sus primeras vivencias con la música, los aprendizajes y sus planes en el futuro inmediato.
—¿Cómo nace la pasión de dedicarse a la música?
—Te voy a responder con todos los años que tengo encima, eso quiere decir que durante toda mi vida puede haber distintas respuestas para esto, pero lo más importante que te puedo decir al respecto es que no lo sé. Creo que aquellas cosas que no tienen una respuesta lógica son las más profundas. Aquellas preguntas que no puedes responder con la mente, así como no te puedo decir yo por qué hago música o desde cuándo. Entonces, mis padres dicen que un día, cuando yo tenía cinco años, ellos me agarraron con una guitarra de pie. Entonces, supusieron quizás que, como hijo de artista, porque mi padre es el pintor Lorgio Vaca, un artista plástico extraordinario, podría ser músico.
Te puedo decir ahora con conocimiento de la causa de que vine a este mundo con la música, te puedo decir que en algún momento vi claramente que escogí a mi padre para ser hijo de Lorgio Vaca por lo que él significaba, por lo que él fue y es con sus murales en la calle, un afán de comunicarse con su sociedad. Lorgio Vaca dejó de pintar cuadros para hacer murales, no quería que su mensaje se quede en una casa o en una galería, quería hacer un arte para todos. Entonces, creo que he heredado de él o me he unido a él como su hijo en ese afán de comunicación. Puede sonar un poco raro esto que digo, pero te complemento comentándote que sin ir muy lejos en la cultura aymara ya es el hijo el que escoja a los padres, y no solo en nuestras culturas de por aquí cerca sino en otras más lejanas, y fue así yo lo viví personalmente. Entonces, vine para ser hijo de Lorgio Vaca por lo que él significaba en la pintura, pero vine ya desde siempre con la música, porque no existe una fuerza más grande que me conmueva, no existe una fuerza más grande que me aclare. Mis momentos de mayor claridad en mi vida, de mayor visión en mi vida, los logro a través de la música. Puede sonar poético, pero no es poético también es literal. Cuando te digo que a través de la música veo más allá de lo que se puede ver con nuestros cinco sentidos, me refiero a un poder extra que siento que la música me da a mí. Entonces, eso es lo que me impulsa a través de la vida.
—¿Cree que sus padres han influido en su formación artística? ¿De qué manera?
—Totalmente. Ahora has nombrado a mi mamá, que mi mamá ha sido una persona de bajo perfil, pero ha realizado una labor visible y extraordinaria en Santa Cruz. Mi madre trabajó desde hace unos 45 años con todas las comunidades indígenas de Santa Cruz, con la artesanía, para rescatar la artesanía, para hacer que tenga una venta de sistema directo con la ciudad y se desarrolle técnica, tecnológica y artísticamente, y fundó el Centro de Investigación Diseño Artesanal y Comercialización Cooperativa, y en aquellas épocas ir a Cotoca, mi madre se iba sola en un jeep a comunidades lejanas. Ella trabajó con todas esas comunidades y lo que es la artesanía cruceña actualmente eso es producto del trabajo de mi madre con las comunidades. Mucho de mi cultura es lo que he aprendido, lo que he oído de esas distintas visiones de cuatro personas tan bien preparadas, tan extraordinarias cada una en su ámbito entonces evidentemente eso me tiene que haber influido mucho.
—¿Qué tipo de formación tiene en Bolivia y en el exterior?
—En Bolivia, terminé el colegio hasta mis 18 años. Quise estudiar música, pero no había la carrera de música en Bolivia. Me fui a Argentina, estudié un año de música en Argentina, donde estuve en el conservatorio y, en unos pocos meses, era el mejor de allá y por aquí también, pero era porque los otros no se esforzaban mucho y eso parece que no fue un reto, no me sentí cómodo y me fui de Argentina a La Habana en Cuba y ahí sí, eso fue un shock terrible porque en aquella época no sabías lo que pasaba en el país vecino o sea que yo ni idea. Me llegó una beca de pura casualidad, yo había pedido una beca a mis 16 años para irme a estudiar música, mandé como 16 cartas a 16 embajadas distintas, mi papá me ayudó, y como dos años después de pronto me llamaron diciéndome que tenía una beca.
Lo que yo no sabía es que Cuba era uno de los niveles más grandes del mundo en guitarra y en otras áreas de la música, o sea que yo llegué ahí y me quedé pasmado, era el peor de los peores, el último de todos los últimos. Todo el mundo tocaba tan bien, lo normal en ese país era tocar bien la guitarra técnica, interpretativamente, y yo llegué ahí del peor. Eso me afectó. Estuve como un año entero con inflamación muscular crónica en los brazos y la cabeza, la inflamación estaba en tu cabeza, pero eso me enseñó también mucho acerca de la vida, hasta que mi maestro me obligó a participar en el concurso y festival internacional de guitarra de La Habana, que es un evento magno, bienal donde vienen los más grandes guitarristas del mundo a dar conciertos y de jurado.
Mi maestro me obligó y algo sucedió. Desde ese momento, empecé a estudiar como un desaforado. En esa etapa, llegué a estudiar 10 horas al día con reloj. En La Habana empecé realmente a armarme, a reconstituirme de nuevo y tuve suerte, en ese primer concurso gané mi primer premio internacional y de allí terminé la licenciatura en La Habana, hice una especialización y después gané el premio del John F. Kennedy Center for Performing Arts y me fui a Estados Unidos porque era un superpremio.
—¿Cómo define el estilo al que quiere abocarse o con qué estilo empieza, con qué géneros también?
—Ésa es una pregunta compleja porque podemos nombrar algunos géneros, pero no se tiene idea de verdad de lo que uno hace hasta que uno lo oye o lo ve. Entonces coloco el comienzo de mi carrera profesional en el año 90, cuando gané ese premio en La Habana y tuvo su resonancia y empecé a ganar dinero de tocar la guitarra, entonces digamos que durante mis primeros 25 años para que nos entendamos en el mundo de la música tocaba la guitarra clásica.
Otra idea muy clara que tuve cuando me fui de aquí era que me iba a ir para absorber cultura extranjera, tuve muy claro que tenía que aprender todo lo que fuera la música y el arte en esos distintos países y universidades en que esté, pero con la idea de aplicar ese conocimiento en la música boliviana.
Ya me he empezado a deteriorar, es una broma esa palabra, pero a diversificar con esto del rock y del pop con una guitarra con cuerdas metálicas, con pedaleras que tienen efectos sonoros y ahora se está abriendo todo un mundo que me hace muy feliz y que complementa todo lo que hago. Creo que resulta especialmente interesante para los demás porque acometo esta música, estos otros géneros, con una educación académica por decirlo de alguna manera, entonces es distinto. Cuando yo toco música boliviana en la guitarra, algunas veces me critican en YouTube, le falta ser más criollo o algo así y eso es exactamente lo que no quiero ser; no me interesa ser más o menos criollo, simplemente me interesa la música boliviana desde la perspectiva que me nace.
—¿Cómo llegó a formar parte Fenix International Guitar Quartet?
—Eso fue un honor que me llegó sin esperarlo porque en Estados Unidos me fui a estudiar con Manuel Barrueco, este personaje mundial de la historia de la guitarra clásica.
Después de estudiar un año, quise irme a estudiar con otro hombre que admiraba desde siempre, un alemán que se llama Hubert Kappel, y le dije que quería ser su alumno. Halló mis grabaciones, me aceptó y me fui a Alemania a estudiar. Ahí hice otra especialización con él de tres años y cuál sería mi sorpresa que uno o dos años después me llama y me dice: “Estoy creando un cuarteto, te invito a que seas parte de mi cuarteto. Vos como boliviano, Luciano Marciali, un italiano y Sotiris Malasiotis, un griego”. Entonces tuvimos el honor de que nos escogiera para tocar con él y así es como él fundó el Fenix International Guitar Quartet y estuvimos girando por Europa durante cuatro años con el cuarteto y aprendiendo pues de estar con ese tipo.
—Su carrera le ha permitido conocer a personalidades como la reina Sofía de España y la princesa de Japón. Cuéntenos esa experiencia de mostrar su música y su esencia.
—He tenido la suerte de tocar un concierto para la reina Sofía, de tocar otro concierto para la princesa Mako en Japón, para el presidente del Banco Mundial en Estados Unidos, para el presidente de la CAF, que ahora ya no se llama así, y para algunos presidentes latinoamericanos. Eso es, por supuesto, un honor para mí, pero lo que me ayuda e impulsa mi carrera en cierto sentido, pero lo que realmente me impulsa a mí personalmente, lo que me toca, es el concierto donde logré la perfección técnica que ansío, es el concierto donde logré la emoción como quería expresarla, y esos conciertos son lo mismo que con la princesa Mako en Japón que aquí en el teatro Achá. Eso es lo que me impulsa, eso es lo que me enriquece, eso es lo que a mí personalmente me hace vivir mejor.
—¿Cuáles son los nuevos proyectos que vienen para usted?
—Lo próximo que tengo en mente y para lo cual me estoy preparando y estudiando, con suerte lo vamos a lograr y realizar en las primeras semanas de octubre, que están separadas para eso, pero no sé si lo voy a lograr, voy a tocar la guitarra eléctrica, o sea el paso es brutal hasta la guitarra eléctrica y voy a tocar rock con una banda. Estamos trayendo a Neil Gandarilla, de Estados Unidos, un cantante magnífico y que ha sido muy popular en Bolivia por el reality Yo me llamo, pero además de eso es un cantante magnífico y, si todo sale bien, estaríamos haciendo una pequeña gira con un grupo de rock. Vamos a tocar covers en esta misma etapa, pero va a ser una formación interesante, Neil Gandarilla, yo en la guitarra eléctrica y otras tres personas idóneas, y esto es el puente que me va a llevar a algo que realmente anhelo desde siempre, que va a sonar muy raro, pero es así, y es que yo quiero crear un grupo de metal progresivo, nada que ver con la onda clásica, pero todo se alimenta de manera distinta.