Cuando hablamos de orar, nos imaginamos a las abuelitas en la seguridad de su hogar haciéndolo rogando por toda la familia, una oración simple solicitando protección y salud que son las dos categorías más comunes para este hecho. Sin embargo, existen oraciones que son peligrosas y no tienen que ver con las peticiones y tampoco con las abuelitas, aclarando que no tengo nada en contra de ellas ni este tipo de oración, sólo deseo hacer notar que las oraciones no están restringidas únicamente para las abuelitas o sólo para pedir. Me permito compartir cuatro oraciones peligrosas.
La verdadera oración tiende a empujarnos fuera de nuestras zonas de confort, pero ¿qué es una zona de confort hablando espiritualmente? Es un círculo egocéntrico donde todo gira alrededor de nuestras necesidades y deseos, es nuestro pequeño reino donde nos sentimos reyes y reinas. Una oración peligrosa sería preguntarle a Dios, ¿qué puedo hacer yo para que tu reino se instaure en esta tierra y en cada vida? Por un lado, no estaría pidiendo, estaría ofreciendo y, por otro, estaría renunciando a mi propio reinado, reconociendo al único Rey, su reinado y expresando la intención de formar parte de sus planes en la extensión de él. ¡Qué oración audaz!
Si leíste hasta aquí, debes ser un buscador de emociones fuertes y disconforme con mantenerte en tu círculo egocéntrico. Entonces, continúo con la segunda oración que considero peligrosa y me refiero a la que hizo David cuando le dijo a Dios “examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos” (Sal. 139:23) ¿Oración peligrosa?, pero ¿Por qué? ¿Será porque Dios podía haber encontrado algo malo en el corazón de David y luego meterlo en problemas? ¡Pues, no! no es una oración peligrosa por lo que puede encontrar, sino por lo que puede revelar. Cuando oramos en este sentido, Dios nos abre los ojos y nos muestra toda la basura que fácilmente no la podemos ver. Es algo así como cuando te acostumbras a ver una mancha en la alfombra y cuando quieres venderla junto con el living te hacen notar que ella desluce todo. En esta parte y para quienes comprenden lo que quiero decir, los animo a superar el miedo a ser descubiertos, porque el solo hecho de tener basura acumulada no nos condena´. David cometió asesinato y adulterio y aun así Dios lo llamó un hombre conforme a su corazón (para evitar confusiones, los invito a conocer la historia de David). Cuando Dios nos muestra lo que Él sabe de nosotros, sacamos toda esa suciedad para que podamos obtener la mayor limpieza posible y desechar lo que no sirve. Animarse a hacer eso se torna muy peligroso porque nos encontramos al descubierto y expuestos. Pero, más allá de eso puede existir algo que sigamos evitando…, ¿hay responsabilidades, relaciones personales o pasos de fe de los cuales huimos? Si tu respuesta es ¡sí!, podría deberse al miedo. Si tus finanzas te angustian, temes que les pase algo malo a tus hijos, te descontrolas por cualquier desacuerdo con tu cónyuge o cualquier otro ejemplo que tenga que ver con dudar del poder de Dios, notarás que ese miedo te enemista con Dios. Entonces, la tercera oración peligrosa que hoy te ofrezco es: muéstrame mis temores, no quiero que ellos resten tu poder en mi vida, no quiero vivir con ese espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
Y finalizo con la más peligrosa de todas: “Heme aquí, envíame a mí”, si hacemos esto, estaríamos a punto de pasar del cómodo sofá de nuestras casas al desierto del Sahara en sesenta segundos. (Espero que la comprensión de este escrito llegue con el sentido que ha sido escrito y leído con el discernimiento adecuado).