Tuve el honor de participar en el World Economic Forum (WEF), no solo como asistente, sino también como disertante. Mi charla se centró en un tema que me apasiona: las conexiones humanas. Hablé sobre el valor de crear y nutrir relaciones genuinas, y cómo ellas son esenciales no solo para nuestro bienestar personal, sino también para el éxito en la vida profesional y social.
Una de las lecciones más valiosas que recibí no vino de mi propia conferencia, sino de una reflexión que compartió Martin Rapp sobre Ayrton Senna, el piloto de F1. Rapp mencionó cómo Senna hablaba de “aprender a manejar bajo la lluvia”, señalando que es en las condiciones más adversas cuando debemos estar más atentos, concentrados y actuar con habilidad para mantener el control. Esta metáfora me hizo pensar en los desafíos y tormentas emocionales que atravesamos en nuestras relaciones.
Después del WEF, viví una experiencia personal que me hizo reflexionar aún más sobre este concepto. Fui a un restaurante a almorzar y, para mi sorpresa, me encontré con una pareja que, hace años, dejaron de responder mis saludos sin razón aparente. Esta vez, no me acerqué a ellos, aunque los demás que estaban conmigo sí lo hicieron. Para alguien que valora profundamente las conexiones y el respeto, esta situación fue incómoda y va en contra de mis principios. Sin embargo, sentí que no dependía de mí, pues la expectativa de ser ignorada nuevamente me paralizó.
Al verlos, ya llevaba conmigo la expectativa de ser rechazada, lo que condicionó mi actitud. Sin darme cuenta, mi propio malestar influyó en mi comportamiento, haciéndome más reservada y distante. Ellos, por su parte, también actuaron según sus propias expectativas. Esto me llevó a darme cuenta de cómo las expectativas condicionan nuestros comportamientos y cómo estos, a su vez, impactan nuestras relaciones.
Si creemos que alguien nos va a rechazar, ¿no es posible que sin querer nos distanciemos y provoquemos justamente ese rechazo? Romper este ciclo no es fácil. Requiere autoconciencia, voluntad y el valor de enfrentar esas situaciones incómodas, como manejar bajo la lluvia sin perder el control.
Esa tarde en el restaurante fue incómoda, me dejó con un mal sabor, pero también con una lección importante. Nuestras relaciones, al igual que manejar bajo la lluvia, requieren habilidad para no dejarnos llevar por expectativas del pasado. Quizás, como yo, en más de una ocasión has sentido que no tenías alternativa, que la situación te sobrepasaba.
En el WEF hablé de la importancia de las conexiones, pero esta experiencia personal me dejó con una sensación contradictoria: no fui fiel a quien soy, pero tampoco sentí ganas de serlo en ese momento. Sabía que lo correcto, según mis valores, hubiera sido acercarme y saludarlos, pero la verdad es que no quise hacerlo. No tenía interés en forzar una interacción, y aunque reconozco que el miedo al rechazo jugó un papel, también fue mi decisión mantener la distancia. Fue un momento en el que, a pesar de mis principios, elegí no actuar como se esperaría, y eso me hizo reflexionar sobre cómo a veces priorizamos el autocuidado o nuestros propios límites sobre lo que otros consideran correcto.
A veces, la verdadera conexión no depende de la respuesta que recibimos ni del gesto que ofrecemos, sino de reconocer cuándo no queremos dar ese gesto. ¿Qué harías tú en una situación similar? ¿Te has sentido alguna vez atrapado entre tus valores y lo que realmente sientes en el momento? La vida está llena de tormentas emocionales, y quizás el verdadero aprendizaje no siempre está en enfrentarlas, sino en elegir cuándo y cómo queremos hacerlo, sin traicionar lo que realmente sentimos.
La XVII edición de la Feria Internacional del Libro de Cochabamba (FILC) no solo ha superado expectativas, sino que ha logrado consolidarse como uno de los eventos culturales más importantes de Bolivia. A pesar de que aún no se cuentan con cifras oficiales de ventas y visitas, un día antes del cierre se calculaban más de 60.000 asistentes, el doble que en la versión anterior.
¿Declarar el 6 de marzo, aniversario de El Alto, feriado nacional? ¿Por qué no?
No estoy en contra a priori. Sólo digo que sería abrir la puerta a una infinidad de reivindicaciones similares.
Bajo esa lógica estrecha y provinciana, tendríamos que declarar feriado el 20 de julio por ejemplo, día de la llegada del hombre a la Luna. Esto, considerando que los políticos de nuestro país, sobre todo en la oposición, viven en dicho astro.
¿Declarar el 6 de marzo, aniversario de El Alto, feriado nacional? ¿Por qué no?
No estoy en contra a priori. Sólo digo que sería abrir la puerta a una infinidad de reivindicaciones similares.
Bajo esa lógica estrecha y provinciana, tendríamos que declarar feriado el 20 de julio por ejemplo, día de la llegada del hombre a la Luna. Esto, considerando que los políticos de nuestro país, sobre todo en la oposición, viven en dicho astro.
“El horror, el horror”, susurra moribundo el coronel Kurtz con la mirada detenida en algún punto de la jungla. En su rostro, entre el sudor y la sangre, los labios se mueven apenas y los ojos parpadean lentos, agonizantes. El escenario se tiñe con la luz de la luna, el sacrificio de la vaca, los tambores rituales, el zumbido de las moscas.
“El horror, el horror”, susurra moribundo el coronel Kurtz con la mirada detenida en algún punto de la jungla. En su rostro, entre el sudor y la sangre, los labios se mueven apenas y los ojos parpadean lentos, agonizantes. El escenario se tiñe con la luz de la luna, el sacrificio de la vaca, los tambores rituales, el zumbido de las moscas.
RUDDY ORELLANA V.
La política populista es el arte de poner a buen recaudo lo que le corresponde por derecho al ciudadano, una vez en el poder, esos derechos son suministrados a cuenta gotas, entonces el gobierno se convierte en proveedor y buen tipo que ‘soluciona’, sistemáticamente, las necesidades sociales de acuerdo al temple y decisiones que le plazcan tomar al mandamás.
La política populista es el arte de poner a buen recaudo lo que le corresponde por derecho al ciudadano, una vez en el poder, esos derechos son suministrados a cuenta gotas, entonces el gobierno se convierte en proveedor y buen tipo que ‘soluciona’, sistemáticamente, las necesidades sociales de acuerdo al temple y decisiones que le plazcan tomar al mandamás.
Eso de que Bolivia es un país mendigo sentado en un trono de oro hace referencia a la paradoja de la abundancia: los países ricos en recursos naturales, que incluso pueden tener importantes ingresos financieros, no han logrado establecer las bases para su desarrollo y siguen siendo pobres.
Pareciera que el hecho de poseer cuantiosos recursos naturales es una maldición que condena al país a la pobreza.
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