La sublevación del 10 de febrero de 1810 no puede considerarse como una acción heroica liderada por Sebastián Pagador, donde se lanzó el primer grito libertario ni mucho menos como el hecho que marcó el inicio de una ola de sublevaciones contra corona española, por los siguientes fundamentos:
1. La sublevación indígena que dio inicio a otras fue iniciada en el pueblo de Pocoata-Chayanta (hoy Norte de Potosí) por los hermanos Tomás, Dámaso y Nicolás Catari, en fecha 26 de agosto de 1780, cinco (5) meses antes de la sublevación del 10 de febrero de 1781.
2. La sublevación del 10 de febrero de 1781, fue liderada por el Tcnl. Don Jacinto Rodríguez de Herrera. Don Sebastián Pagador era solo uno de sus empleados (de confianza y muy eficaz en su empleo) que cumplía sus diversas disposiciones, siendo una de ellas el de desprestigiar a los europeos en calles y plazas con argumentos encendidos, por la mala administración del Cabildo o Ayuntamiento.
3. El primer grito libertario contra la dominación española está claramente establecido en el Manifiesto de Agravios de 1739 por Juan Vélez de Córdova, que manifiesta la firme voluntad de los naturales a no someterse a España. Este movimiento fue develado, sus autores fueron procesados y ejecutados y, en consecuencia, no llegó a producir un efecto político social como una sublevación.
Don Sebastián Pagador no tiene una muerte heroica, su fallecimiento es ocasionado por una turba de campesinos enfurecidos en el momento en que era conducido por el capitán Menacho a la cárcel por orden de don Jacinto Rodríguez de Herrera.
Don Jacinto Rodríguez de Herrera, al triunfar el alzamiento del 10 de febrero de 1781, provoca la huida de las autoridades españolas, consecuentemente convoca a sesión del cabildo para nombrar en calidad de interinos a los cargos acéfalos, siendo él mismo asignado en los cargos de Corregidor, Justicia Mayor y Alcalde Ordinario de Primer Voto. Este acto forzado por las circunstancias obedecía a dos razones fundamentales:
1. Temor natural de los cabildantes presentes a contrariarlo, ya que era prácticamente conocido y reconocido como el actor principal de la sublevación.
2. El mismo don Jacinto Rodríguez de Herrera esperaba esta ansiada oportunidad de ser la máxima autoridad de la Villa para aprovechar de sus influencias en el caso del triunfo de la rebelión de Túpac Amaru.
El arribo incesante de campesinos a la Villa de Oruro no pudo ser contenido por don Jacinto Rodríguez de Herrera, llegando a perder el control sobre estas masas campesinas
Y se desata la barbarie por parte de las masas campesinas contra los europeos y el saqueo de sus casas y comercios.
Los europeos fallecidos eran dejados en la plaza, donde una y otra y varias veces, los campesinos descargaban su furia y venganza al no encontrar más europeos que matar, dejando a los ya fallecidos totalmente destrozados e irreconocibles.
Con el ejemplo que da valientemente doña María Quiroz, que era a la vez esposa del capitán Clemente Menacho, todas las mujeres optan por vestirse como indias, como única alternativa de salvar sus vidas y las de sus familias.
En un intento desesperado, y asesorado por algunos vecinos de prestigio, don Jacinto Rodríguez de Herrera ofrece a los campesinos las tierras de los españoles y a pagarles un peso por persona, con el dinero que es sacado de las Arcas Reales.
Cuando se produce este pago, el cura Patricio Gabriel Menéndez inclusive les absuelve de todos sus pecados para que estos puedan retornar a sus comunidades; algunos sí lo hacen, pero muchos otros retoman a la ciudad para proseguir con sus excesos, con el agravante de que continúan arribando a la Villa más comunidades campesinas las que se entregaban al saqueo de cualquier casa, profanación de templos y excesos de todo tipo.
Si bien don Jacinto Rodríguez de Herrera esperaba que el movimiento indígena triunfe y se restituya el Imperio Incaico, encontrándose él a la cabeza del movimiento local, pronto se da cuenta de que este fin no tendrá éxito, produciéndose entonces en su persona un cambio de actitud, y nuevamente abraza la causa de la corona española.
Don Jacinto Rodríguez de Herrera, en un intento desesperado para liberar la Villa de la invasión indígena, organiza una “contrarrevolución” haciendo llegar a la Villa de Oruro campesinos afines a su hermano Juan de Dios, uniéndoseles los citadinos para arrojar a los invasores por la fuerza de las armas. En su calidad de corregidor, don Jacinto Rodríguez de Herrera emite un edicto perdonando a los españoles que aún se hallaban ocultos, con la finalidad de conformar milicias juntamente con los criollos y mestizos para expulsar con la fuerza de las armas a los indígenas que continuaban asolando a esta Villa.
El conflicto se vuelca ahora a ser un conflicto entre citadinos y campesinos (campo-ciudad).
Con esa medida de fuerza logra expulsar a los campesinos que en dos ocasiones invadieron la Villa de Oruro, haciendo ahorcar a sus caudillos y logrando el compromiso de los indígenas a restablecer el abastecimiento de víveres a la Villa.
Ante la derrota por parte de los indígenas, estos solicitan perdón y paz para evitar represalias contra sus comunidades.
El justicia mayor don Jacinto Rodríguez de Herrera contesta a esas solicitudes de perdón y paz, decretando que se les perdonaba siempre que obedeciesen al rey y a sus ministros que lo representaban.
Don Jacinto Rodríguez de Herrera asume estos cargos hasta noviembre de 1782 cuando arriba a Oruro con un fuerte destacamento militar procedente de La Plata el coronel Ignacio Flores, quien restituye el orden colonial, la paz y tranquilidad en la Villa de Oruro, así como también restituye al español Ramón de Urrutia y las Casas en el cargo de corregidor.
Don Jacinto Rodríguez se mantiene en el cargo de regidor, hasta su detención por orden del coronel Sebastián de Segurola en enero de 1785.
Una vez apresado, es enviado junto a muchos otros acusados de provocar la sublevación del 10 de febrero de 1781, a la cárcel de Potosí y luego a la cárcel de Buenos Aires, asiento del Virreinato de Buenos Aires.
El proceso contra los conjurados de la sublevación del 10 de febrero de 1781 dura 14 años.
Don Jacinto Rodríguez, su hermano Juan de Dios Rodríguez, doña María Quiroz, Miguel Portilla, Manuel de Herrera y Nicolás de Herrera fallecen en la prisión de Buenos Aires.
Se emite la sentencia en 1795.
La sentencia es muy drástica y sus efectos afectaban hasta la generación de sus nietos.
En fecha 5 de febrero de 1798, se hace conocer el dictamen de los magistrados del Consejo de Indias sobre el proceso de los hechos acaecidos en la Villa de Oruro en febrero de 1781: “El castigo excedió la culpa”.
Finalmente, en 1800, las causas fueron archivadas en virtud del dictamen de los magistrados del Consejo de Indias.
(*) Eduardo García es socio de número de la Sociedad de Historia y Geografía de Oruro.
(**) Salvo en las fotos que identifican expresamente la fuente de La Patria.
Apuntes necesarios
Este texto es un extracto del libro “Detalle cronológico y documental de la sublevación del 10 de febrero de 1781 en la Villa de San Felipe de Austria de Oruro” que su autor, Eduardo García, publicó en 2016 con los auspicios de la Alcaldía de Oruro.
Su contenido pone en evidencia, nuevamente, que lo ocurrido en la fecha que Oruro celebra como su efeméride departamental dista mucho de una gesta heroica y menos puede considerarse una “revolución”.
No son descubrimientos, ni es la primera vez que se cuestiona la versión oficial de los sucesos de 1781 en Oruro. En 1836, el historiador napolitano Pedro de Angelis publicó sus seis volúmenes de la “Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Río de La Plata” y en el tomo quinto incluyó una “Relación histórica” que no es otra cosa que el diario de Sebastián de Segurola de los hechos de aquel año en la Audiencia de Charcas, partiendo de la sublevación de los hermanos Catari, que data en el 23 de agosto de 1780.
Esta “Relación” deja mal parados a Sebastián Pagador y Jacinto Rodríguez y mereció una respuesta por parte de Adolfo Mier y León, que en 1887 publicó un folleto de 16 páginas titulado “Glorias Nacionales. La iniciativa de Oruro en 1781. Sebastián Pagador”, en el que afirma, en la página 6, que “el 10 de febrero de 1781 tuvo lugar la revolución de la Villa de Oruro, contra la dominación española”. Esta obra fue ampliada en 1906 y 1913 con los tomos I y II de “Noticia y proceso de la Villa de San Felipe de Austria la Real de Oruro”. En 2017, en su tesis doctoral “Oruro 1781: sublevación de indios y rebelión criolla”, Fernando Cajías de la Vega advirtió que Mier “se manifestó como el mayor promotor de la figura de Sebastián Pagador. Rechazó la interpretación de la ‘Relación...’ respecto a las causas de la rebelión del 10 de febrero”.
En su libro de 2016, García no sólo valida el contenido de la “Relación…”, sino que la respalda con documentos del Archivo Histórico Municipal y el Archivo Judicial Histórico de Oruro.
(Juan José Toro Montoya)