Muy rápido, el Gobierno boliviano reaccionó a la crítica de la revista The Economist acerca del manejo de la crisis: “Se quedó sin gas y sin ideas”.
La reacción del presidente Luis Arce está dirigida, seguramente, a mostrar a la revista británica que, si bien no hay gas en Bolivia, hay muchas ideas.
El equipo de cerebros del Gobierno fue convocado para elaborar una estrategia con ideas que obliguen a la revista a disculparse, a publicar una apology.
Las primeras muestras de lo que puede producir el think tank descartan que la revista llegue a publicar una disculpa.
Las respuestas del Gobierno son ideas, es cierto, aunque no tienen relación con la crisis económica, o son lo contrario de lo que se necesita.
Es probable que el grupo de cerebritos del masismo no haya entendido lo que quiere el presidente, porque las ideas que ha producido son, en realidad, la prueba de que le revista tiene razón.
Esto afecta a la reputación del presidente, que en el momento del boom de las materias primas llegó a soñar con que le dieran el Premio Nobel de Economía.
Las ideas que está lanzando hacen sospechar que los catedráticos que tuvo en la facultad de economía de la UMSA no eran muy calificados.
Estas son algunas de las ideas que lanzó el presidente para callar la boca a la atrevida revista.
Dice el presidente que creará 42 nuevas empresas estatales, seguramente con la intención de proponerse que han de ser mejor administradas que las 70 actuales, casi todas en quiebra.
También anuncia que su Gobierno se propone sustituir las importaciones como inteligente medida para prescindir de los odiados dólares estadounidenses, a los que les da muy poco tiempo más de vida como moneda dominante, aunque por el momento sirva para 88% de todas las transacciones mundiales, según Bloomberg.
Pero la idea más desconcertante que ha tenido el presidente para enfrentar la crisis es el anuncio de que será cambiada la cédula de identidad.
Cuando el dólar se cotiza en las fronteras en Bs 8,10, cuando la ANH aumenta todos los días las restricciones para la venta de combustibles, llega esa idea.
Es desconcertante porque resulta difícil entender cómo ese cambio ayude a resolver la crisis económica que amenaza la estabilidad de que gozaban los bolivianos desde 1985.
Lo extraño es que el Gobierno no haya atinado, ahora que tan urgido está de dólares, a suprimir las prohibiciones a las exportaciones del agro cruceño.
Deberá poner atención al manejo de la crisis bancaria, pero proponiéndose aprender la lección del primer banco cerrado de manera tan inepta y torpe por la ASFI.
El autor es periodista