El exministro Juan Santos está ya en la cárcel acusado de haber recibido 2,5 millones de dólares en coimas. Aunque el buen hombre asegura que es inocente, me cuesta creerle... Debo ser una mala persona, incapaz de buscar explicaciones alternativas a la repentina riqueza del dirigente campesino.
Algún alma buena me sugirió que todo ese dinero provenía quizás de obsequios. “Es de mala educación rechazar un regalo”, me dijo. Así que el exministro no sería corrupto, sino excesivamente cortés. Otros me dijeron que todas las propiedades que Santos compró, cerca de 30, iban a ser donadas a la Iglesia para abrir hospitales, refugios... y colegios. La detención de Santos estaría impidiendo entonces la implementación de una infinidad de nobles proyectos.
Pero como soy malo, no sólo me niego a creer estas explicaciones, sino que me pongo a sospechar de anteriores ministros y funcionarios. Me parece muy raro que Santos haya creado solo y sin ayuda toda la estructura para pedir sobornos millonarios a decenas de empresas. El señor no destaca precisamente por su coeficiente intelectual. Es astuto, sin duda, pero no lo suficiente como para armar una red tan rentable.
¿No será que el señor utilizó un sistema que ya estaba muy bien armado? ¿Uno que funcionaría desde hace años con la complicidad y silencio de cientos de funcionarios, políticos y empresarios?
Si es el caso, hay que ampliar investigaciones a los últimos cuatro o cinco ministros. Seguro que la información está disponible y más de un testigo está dispuesto a compartir sus experiencias.
Por supuesto, esto pasaría si todos tuvieran el alma tan oscura como la mía. Felizmente, en este país tan puro, la gente no piensa como yo.
Me imagino lo que responderán algunas almas buenas si insisto en esto.
Seguro que estos nobles compatriotas irán todos al cielo en primera clase. Supongo que sólo puedo decirles “amén”.