Retornando del pasado, luego de aproximadamente 20 años de ostracismo, el expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL) ha tenido a bien aportar al mercado de las ideas con un proyecto de Constitución que, como toda obra humana, tiene luces y sombras, según los anteojos con los que se quiera y/o pueda mirar.
Si bien me es imposible aquí analizar en profundidad el proyecto, habrá que resaltar en modo Twitter que el principal cambio propuesto tiene que ver con saltar en garrocha del actual sistema ultra presidencialista de gobierno, hacia uno de corte parlamentario, con un primer ministro en la sede (con su gabinete) y un presidente en la capital (con su consejo de Estado), como mecanismo destinado a limitar el poder desproporcionado que tienen los presidentes. En la justicia, desaparecería el Tribunal Constitucional, el Consejo de la Magistratura y el sistema de elección popular de sus altos cargos, entre otras ideas propuestas.
Pero lo que nuevamente llama desagradablemente la atención son las reacciones de la clase política boliviana ante esa propuesta. Convengamos que el expresidente GSL tiene cuentas pendientes con la justicia (aunque quienes están en posición de poder desde hace aproximadamente 20 años nada útil han hecho para tramitar siquiera su extradición, limitándose a la cómoda postura de echarle todas las culpas al “imperio”) e, incluso, como ocurre con cualquier figura pública, no resulta santo de devoción de muchos o exactamente lo contrario, de otros.
Sin embargo, más allá de lo bien o mal que pueda caernos y de esas sus inocultables cuentas pendientes, ese su proyecto, es una idea que él propone al soberano y, como tal, debiera repercutir más aún en personas que hacen todos los días política y viven de ella. No espero sesudos análisis probablemente reservados para constitucionalistas y politólogos (zapatero a sus zapatos), sino, por lo menos, otras ideas que alumbren el necesario debate público sobre el tema, sean a favor o en contra, pero precedidas y respaldadas de fundamentos racionales.
Ha ocurrido, una vez más, exactamente lo contrario, empezando por el mismísimo presidente y pasando por varios funcionarios y políticos de todos los colores que, mayoritariamente, sólo han podido espetar insultos, le han recordado a la madre o su desempeño en la presidencia o le han dicho hasta de lo que se va a morir, pero otras ideas que, incluso desde la crítica o el apoyo, aborden esa su propuesta por lo menos con algo de profundidad, ni miau.
Lo que me lleva nuevamente a lamentar el triste nivel del debate público en nuestro país. Esa propuesta, o cualquier otra de ese calado, constituye una idea que un personaje plantea como punto de partida sobre algo tan, pero tan importante como es una Constitución Política. Habrá sin duda aspectos interesantes, otros polémicos, unos rescatables y, por supuesto, también criticables, siempre desde la posición particular del observador (que, aunque esté viendo el mismo objeto, no pensará lo mismo que otros); pero limitar el “sesudo análisis” al simple insulto, la diatriba fácil o la descalificación personal en función de nuestros amores u odios al mensajero y no al mensaje, revela el nivel mediocre con que se abordan los grandes temas públicos.
Devoto como soy de la libre circulación de ideas, sean de la clase que sean, opino que sería de suma utilidad que desde la particular postura que cada uno tenga —pues no todos tenemos las herramientas para desglosar cada una de las propuestas y, peor, tratándose de autoridades o personajes públicos— se aporte con otras ideas que contribuyan a construir entre todos un mínimo piso común, tratándose de esos grandes temas que nos conciernen.
Nadie tiene la verdad absoluta sobre nada, pero entre todos podríamos lograr construir algo mejor de lo que hoy tenemos, lo que pasa necesariamente por el análisis de fondo que no puede basarse en afectos o desafectos. Reducir el debate público, solamente a lo bien o mal que nos caen los mensajeros, sin ingresar al mensaje, prueba aquello de que “Las inteligencias grandes discuten las ideas, las inteligencias medias los sucesos y las pequeñas, las personas”, (la frase es de autor desconocido).