La ciudad es considerada como el marco territorial de la sociedad, de la economía, la cultura y también de la transformación del espacio. Este proceso de metamorfosis merece el análisis de los sistemas presentes en su estructura. Entre ellos, uno de los más importantes es la movilidad urbana, en tanto sistema que interactúa plenamente con otros, que determina las dinámicas de desarrollo y constituye un factor determinante para la productividad urbana, el acceso a servicios y mejoramiento de la calidad de vida.
El crecimiento demográfico, producto en gran medida de la migración interna, ha modificado el tejido urbano demandando nuevos mecanismos para enfrentar la planificación y el diseño de la ciudad. La anterior consideración que el ambiente construido revela la estructura social urbana, se va disipando debido al fenómeno de fragmentación socioespacial presente fuertemente en las ciudades.
En términos de tipología, podemos distinguir entre una ciudad compacta (extensa) y una ciudad dispersa. Ambas presentan ciertas características. En la primera, en la ciudad densificada, son evidentes el hacinamiento, la sobreexplotación del suelo, la concentración de la carga física, la congestión vehicular, el encarecimiento de costos de propiedad, y la rigidización espacial consecuente con la segregación residencial y la fragmentación socioespacial. La otra, la ciudad extendida, marcada por el crecimiento de la huella urbana producto del factor expansionista del suelo, demanda nuevas redes de infraestructura de servicios y vialidad, y promueve el cambio de usos del suelo de espacios agrícolas, de preservación forestal e hídrica confines de urbanización.
La ciudad dispersa, no congenia con la movilidad sostenible necesaria para los viajes de largas distancia que se realizan, con alta incidencia en tiempos y costos, además del notable debilitamiento de las redes familiares por el tiempo de ausencia del hogar y la depresión en la calidad de vida. Asimismo, tiene fuerte repercusión en el aspecto ambiental por la contaminación emergente de las fuentes móviles.
Considerando que cerca del 80% de la población habita en ciudades, es preciso contemplar la movilidad urbana en la agenda social como parte esencial de la agenda de desarrollo urbano, como mecanismo para optimizar la inclusión social y reducir la brecha de pobreza, en atención de las necesidades efectivas de sus residentes.
Producto de las restricciones propuestas durante la pandemia, se generaron en ciudades europeas mecanismos para disminuir el contagio, evitando fundamentalmente la alta concentración de personas en actividades masivas o en el transporte público. Así, surgieron en la práctica las ciudades de proximidad, denominadas también “ciudades de 15 minutos”, con criterios de minimización de actividades que promuevan la descentralización y el surgimiento de áreas urbanas autónomas para reducir el riesgo de transmisión viral.
La “ciudad de 15 minutos” se fundamenta en el concepto de la movilidad urbana sostenible y el urbanismo táctico. Propone como estrategia de planificación la restricción del flujo y frecuencia vehicular motorizado, eliminación de la sobreposición del transporte público, disminución del congestionamiento vehicular y la mitigación de la contaminación ambiental; acústica, visual y odorífera. Un nuevo medio de traslación muy común en Europa —incluso antes de la pandemia— y que busca popularizarse en América, es la bicicleta o la rutina de la caminata (si las distancias la posibilitan), como mecanismos para la instalación de un transporte que respete el medio ambiente, aporte a la salud corporal y ayude a mejorar las condiciones habitabilidad.
De ahí el criterio de acudir a nuevos modelos de ciudad con movilidad sostenible. Ciudades de proximidad que permitan a sus habitantes satisfacer sus diversas necesidades en un radio de acción limitado en términos de tiempo (15 minutos), que contribuyan a desincentivar el vehículo privado, al rediseño de la infraestructura vial, la atenuación de la contaminación ambiental y al mejoramiento de la cohesión social e interacción ciudadana.
Se trata de planificar estratégica e integralmente elementos primordiales de la ciudad, incorporando transversalmente la movilidad urbana como sistema urbanístico en el modelo de organización, capaz de restringir la expansión urbana, con criterios de proximidad, donde las distancias no obliguen a desplazamientos motorizados y favorezcan la accesibilidad y proximidad desde el sistema viario a nuevos sectores urbanos, regenerando, rehabilitando y revalorizando el espacio orientando a la ciudadanía a desarrollar condiciones de movilidad sostenible conexas a un modelo de ordenamiento territorial de desarrollo urbano.
El autor, Ph.D., es investigador del Ceplag – UMSS, mkquiroga@gmail.com