La sociedad contemporánea por lo general considera la cabeza que alberga al cerebro como el centro y rector de la actividad humana. Sin embargo, tenemos fuente fiable que se refiere al corazón como el centro del cual mana la vida. Desde la perspectiva histórica bíblica, el corazón pudiera verse como una totalidad que abarca el intelecto, las emociones y la voluntad.
Exploremos juntos y desglosemos mi premisa.
Primer punto: El corazón es el centro del intelecto. Fíjense cómo las personas reconocen las cosas en su corazón, meditan en su corazón, hablan en su corazón, guardan los dichos de Dios en su corazón, maquinan males en su corazón, cavilan en su corazón, dudan en su corazón, guardan cosas en su corazón, creen en su corazón y cantan en su corazón. Todas estas acciones del corazón, que por cierto tienen respaldos bíblicos, son primordialmente cuestiones que implican la mente. Es imposible, por ejemplo, cavilar algo si antes no lo pensaste; es imposible dudar de algo, si antes no lo pensaste; es imposible meditar en algo, si antes no lo pensaste; es imposible creer en algo o dejar de hacerlo, si antes no lo pensaste.
Segundo punto: El corazón es el centro de las emociones. La Biblia nos habla de un corazón alegre, un corazón amoroso, un corazón desfallecido, un corazón alentado, un corazón contrito, un corazón acongojado, un corazón irritado, un corazón vivificado, un corazón adolorido, un corazón afligido, un corazón humilde, un corazón ardiente, un corazón turbado. Todas estas acciones son de carácter netamente emocional. Escribiendo esta parte, me viene a memoria un triste episodio de mi vida donde pedí a un querido amigo me ayude a entender lo que estaba pasando coyunturalmente en mi vida, le pedía que me diera una respuesta lógica a lo que estaba viviendo y con toda la sabiduría que lo caracteriza me dijo, la respuesta está en la maldad del corazón de esa persona. ¡Wow!, me dejó sin habla, era evidente. El problema no era mío, el problema era del otro, tenía el corazón embarrado de maldad y solo distribuía lo que tenía dentro.
Tercer punto: El corazón es el centro de la voluntad humana. Dentro de ese maravilloso libro de sabiduría pura (La Biblia) encontramos, al igual que en nuestros tiempos contemporáneos, distintas categorías, encontramos corazones endurecidos –aquellos que se niegan a escuchar a Dios-; corazones que se inclinan a aferrarse a Dios con dientes y uñas y obedecerlo; corazones que procuran hacer la voluntad de Dios; otros que buscan a Dios con todas sus fuerzas; hallamos también corazones que deciden, corazones que desean recibir a Dios o corazones que simplemente anhelan hacer algo bueno.
La naturaleza del corazón separado de Dios nos lleva a vivir situaciones inimaginables. Jeremías decía que “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”, y Jesús años después confirmó ese diagnóstico cuando dijo que lo que contamina a una persona es la disposición a hacer caso a las inclinaciones impías albergadas en el corazón -esto significa inclinaciones crueles, despiadadas, acciones lejos de las enseñanzas de Dios– tales como “los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez” (Mr. 7: 21-22).
El corazón es el centro del cual mana la vida, pensemos seriamente en la recomendación de guardarlo sobre todas las cosas. Créanme que esta puede ser la respuesta que tengamos cuando nos preguntamos, ¿qué podría estar pasando por la mente de esa persona para hacer lo que hizo?