Es 8 de marzo y el telón se alza para revelar una escena vivida cada año: cientos de mujeres defensoras acérrimas del feminismo desempolvan el pañuelo verde y morado y se despliegan por las calles. Algunas adoptan una postura pacífica, otras sostienen carteles cargados de frases prefabricadas: “mi cuerpo, mi decisión”, “no somos hijas de Dios, somos hijas de las mochas”, “el violador eres tú”, “legalización del aborto”, o “el feminismo es revolución”. No se puede obviar a aquellas mujeres con tendencias más violentas que causan daños y destruyen propiedad privada y pública, bajo la premisa de “exigencia de derechos”.
El feminismo de hoy está obsesionado con la victimización de la mujer. Si bien es cierto que las mujeres han enfrentado y aún enfrentan desafíos significativos en términos de discriminación y violencia, el feminismo distorsiona esta realidad presentando a las mujeres como las eternas víctimas e indefensas. Esta narrativa victimista no solo es perjudicial para la mujer, sino que también socava el espíritu con el que nació el movimiento feminista, cuando buscaba la igualdad entre hombres y mujeres, logrando avances notables como el voto universal, el derecho a la educación y al trabajo, logros que merecen ser celebrados.
En la actualidad, ha emergido una versión distorsionada y perjudicial del feminismo que utiliza el trauma y el dolor de mujeres violentadas para convertirlo en una herramienta de odio contra los hombres, culpabilizándolos bajo la generalización de que todos son victimarios y opresores. En lugar de promover la igualdad y el empoderamiento real de la mujer, las reduce a seres eternamente vulnerables, sometiéndolas a un discurso y prácticas degradantes para sí mismas.
Asimismo, es evidente que el feminismo es utilizado como medio para favorecer los intereses de las élites que buscan promover sus agendas políticas, ideológicas y económicas lo que, lejos de ser revolucionario, se convierte en un negocio del que lucran ciertos grupos y organizaciones en nombre de los intereses de las mujeres. Por ejemplo, la promoción del aborto por parte del feminismo actual beneficia económicamente a clínicas abortivas millonarias como Planned Parenthood, sin abordar en su integralidad esta problemática vinculada con la negación del derecho a la vida.
Considero que el feminismo actual es nocivo para la sociedad por su impacto negativo en cómo se percibe actualmente a la mujer y por su influencia en la justicia.
En los últimos años alrededor del mundo y en Bolivia desde 2016, se ha implementado el “juzgamiento con perspectiva de género”, el cual, establece que en un proceso judicial donde se involucre una mujer contra un hombre, el juez debe realizar su valoración y emitir el fallo clasificando a la mujer como un ser vulnerable, lo cual pone en desventaja al hombre.
Además, para imputar formalmente a un hombre por un delito de violencia basta la simple declaración de la víctima que, en muchos casos, puede ser verídica, pero en otros puede ser una mentira para perjudicar la integridad del adversario o como un medio de venganza. Una realidad alarmante, ya que es un atentado contra la justicia porque vulnera la igualdad jurídica y el debido proceso, derechos y garantías fundamentales establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Constitución Política del Estado.
Al promover una visión polarizada y antagonista de las relaciones entre hombres y mujeres, el feminismo actual contribuye a la erosión del tejido social y dificulta la colaboración constructiva entre mujeres y hombres para abordar problemas comunes, perpetuando estereotipos dañinos y limitantes para el diálogo.
De igual manera, sin importar tu sexo, si piensas diferente a la militancia feminista, eres condenado como cerrado u opresor. En mi caso, no se aplicaría la aclamada sororidad; al contrario, al escribir esto, estoy segura de que recibiré mensajes de intolerancia como ya me pasó anteriormente. Al parecer, sólo tienes derecho a la libertad de expresión si eres feminista.
Hoy, 8 de marzo, honro a las mujeres que no necesitan esconderse bajo el escudo de la victimización para salir adelante y trabajar por sus metas, objetivos y realización. ¡Mujeres!, somos seres valiosos y llenos de fuerza. Basta de ser títeres de un colectivo al que no le interesa nuestra historia personal ni nuestro bienestar. Preocupémonos por construir cada día una mejor versión de nosotras mismas, promoviendo un diálogo constructivo entre hombres y mujeres para lograr una sociedad más justa y equitativa para todos.