Gabriela Mistral, chilena, premio Nobel de Literatura, decía no sin razón, “que las mujeres formamos un hemisferio humano. Toda ley, todo movimiento de libertad o de cultura nos ha dejado largo tiempo en la sombra”. Así es, por eso, la aparición en el mundo de la ciencia, la historia oficial, la economía, las letras es bastante reciente en comparación con los hombres. Tiene sentido, entonces, esta lucha —que a veces parece interminable— por rescatar, valorar y equiparar la presencia de las mujeres, desde la democracia genérica de Marcela Lagarde.
A inicios del siglo XX la sujeción de las mujeres era una constante. Mi abuela Dalinda, se graduó de maestra normalista en Guayaquil y no ejerció nunca pues mi abuelo consideraba que su primer deber era con su familia. Así como ella, muchas mujeres que desafiaron los cánones de la época y tenían sueños propios los apartaron de sus vidas y cumplieron con los mandatos sociales, guardando en el fondo de sí mismas el desafío de la rebeldía.
Mirando atrás, hago una remembranza del impacto de los feminismos en el mundo, de los hitos de las diferentes olas del feminismo. Leo a Faride Zerán, de Chile, que nuevamente me recuerda que “imaginar ha sido siempre la primera transgresión del feminismo. Y la historia del feminismo es una historia de transgresión”.
Fueron los feminismos de la primera y segunda ola que trajeron conquistas imperecederas. La primera ola con el voto para las mujeres en Gran Bretaña, el mejoramiento del derecho de propiedad de las mujeres, igualdad salarial para las de clase obrera.
El feminismo de la segunda ola en EEUU durante los años 60, más conocido como “movimiento de liberación de la mujer” que argumenta que “lo personal es político”, los problemas de la opresión doméstica y la carencia de un proyecto de vida. Aquí es donde va a ser crucial el pensamiento teórico de Simone de Beauvoir, con su obra El segundo sexo, para descifrar los mecanismos de subordinación del orden patriarcal.
De los feminismos de la tercera y cuarta ola, uno de los aspectos más importantes es la inclusión y la apertura para representar a mujeres diversas de distintos sectores sociales, la lucha denodada por la igualdad salarial y laboral incluida la representación equiparada en las empresas, medios de comunicación y la política.
Aún ahora, las voces impecables de Simone de Beauvoir, de Virginia Woolf y de tantas feministas históricas, siguen detonando en mi mente con la fuerza del primer día en que conocí sus obras.
De ellas aprendí a perder el miedo al cambio, la necesidad de la defensa elocuente de las injusticias de género y el sentido de mí misma sin menoscabo del tiempo y los demás.
Por eso, entender el feminismo y trastocar la opresión a la que hemos estado sujetas las mujeres en tanto “otredad” ha sido un ejercicio sin tregua, una forma de entender el mundo y un posicionamiento humanista. Pero también alcanzar un nuevo estado de conciencia que implica una conversación permanente con una misma, desde una actitud militante y decisión espartana.
Hoy que se conmemora el 8 de marzo, el ejemplo de las mujeres que revindicaron su derecho al trabajo y horarios similares a sus pares varones y lo pagaron con sus vidas, sigue siendo una bandera en alto. Hemos asistido horrorizados a los eventos de barbarie y atrocidades cometidas contra las jóvenes y mujeres israelíes, por los terroristas de Hamás el 7 de octubre de 2023. Y los feminismos de avanzada se quedaron en silencio. ¿Es que el feminismo más allá de las diferencias entre sus distintas corrientes, no tiene en primer lugar la vindicación de los derechos de las mujeres y la defensa irrestricta de una vida libre de violencia en cualquier lugar del planeta?
Por último, una pregunta esencial, ¿cuánto le debemos a las feministas históricas? Quizá hay que apelar a cada quién y responder desde allí. Sin embargo, no se puede desconocer que la igualdad de oportunidades es un discurso con acciones reales y con personas concretas. De otra forma, se cae en la superficialidad y en la impostura. Y a hacerlo real, he dedicado mi vida.