Textualmente, el expresidente Morales, a fines de noviembre de 2014, señaló: “Nuestro vicepresidente (Álvaro García Linera) dice que ahora ya no deciden los ‘Chicago boys’, sino los ‘Chuquiago boys’. Yo digo: ahora aquí ya no mandan los gringos, aquí mandan los indios”.
La expresión, ciertamente, denota los agudos desvaríos mentales que la descomunal bonanza económica provocó en la élite masista. Nunca antes, un gobierno en la historia tuvo la posibilidad de gobernar con tanta plata. Para el Estado, con la renta petrolera, fue el ciclo de mayor prosperidad. Entre 2012 y 2014, el Producto Interno Bruto (PIB) creció a ritmos sorprendentes e históricos, bordeando el 6% anual.
Para Morales y su Vicepresidente, las razones de esa extraordinaria performance económica, radicaban en los brillantes cerebros de economistas nacionales, liderados por Luis Arce Catacora y el extinto Carlos Villegas. Ese “milagro” económico que provocó la denominada década de oro había sido concebido por ellos, por los “Chuquiago boys”. Bolivia se aprestaba no sólo a exportar gas, sino también economistas de esta nueva “escuela”.
Ahora bien, ese apelativo, “Chuquiago Boys”, es una clara alusión, y contraposición, a los “Chicago boys”, la escuela del pensamiento económico fundada por Milton Friedman, Premio Nobel de Economía en 1976.
Para una rápida referencia, es importante subrayar que Friedman, junto a sus “boys” de la Escuela de Chicago, habrían asesorado en 1985 al gobierno de Víctor Paz Estensoro en el paquete de medidas económicas, junto al 21060 para salir de una profunda crisis y de la terrible hiperinflación. En ese sentido, esta escuela monetarista del pensamiento económico cobrará mucha importancia y notoriedad en el asesoramiento e implementación de programas de ajuste y estabilización monetaria en varios países.
Los “Chuquiago boys”, por su parte, cobrarán notoriedad durante la década de oro de la economía nacional. En términos generales, esta nueva “escuela” basaba su modelo en una fuerte intervención estatal, la nacionalización de los recursos naturales y la redistribución de los ingresos a través de bonos y subsidios.
Ciertamente, en el corto plazo, el modelo pareció exitoso. Fue exitoso mientras el Estado contó con gas para exportar y precios elevados. Al ser sólo el gas, la base, el modelo, no es sustentable en el largo plazo. Se acaba el gas, se acaba el modelo. Claro, podría ser sustentable si acaso se repone el gas con nuevos descubrimientos.
Y, precisamente, como no reinvirtieron en la exploración y descubrimientos de nuevos campos, a ese momento hemos llegado. Se acabó el gas. Se acabó la renta petrolera y se acabaron los dólares. ¿Ése es el modelo de los “Chuquiago boys”?
Las cifras son elocuentes. Dilapidaron el excedente. Era la gran oportunidad para sentar las bases sólidas hacia el camino de la diversificación productiva para no depender eternamente de los recursos naturales. Y, lo que es peor, depender de un solo recurso. Ese gran excedente económico, en manos del Estado —en este caso, bajo el control de los “Chuquiago boys”—, tendría que haber sido dirigido, centralmente, a la modificación de nuestro patrón de acumulación, basado en materias primas y recursos naturales.
Al subordinar gran parte del excedente a los obsesivos afanes reeleccionistas, se olvidaron de invertir en educación, la base fundamental para salir del atraso, la pobreza y el subdesarrollo. También se olvidaron, por su euforia y borrachera, invertir en infraestructura y exploración hidrocarburifera. Al descuidar ese tema capital, ellos mismos entierran y lapidan su modelo.
En lugar de utilizar ese fenomenal excedente para mejorar sustancialmente nuestra pobre condición económica, dilapidaron, robaron y dejan al país en peores condiciones que antes.
Ahora, en esta grave crisis debido al “colapso” del modelo, enfrentados y divididos, se acusan del fracaso. El que alabó y ensalzó al exministro de economía y padre de los “Chuquiago boys”, ahora lo despoja de todo el mérito que le adjudicó en la bonanza económica. Lo reduce al papel de un simple “cajero”. Por su parte, el exministro y actual presidente atribuye a Morales la tremenda equivocación en la política de hidrocarburos y no haber repuesto el gas que se estaba acabando. Según Arce, esa equivocación sería la principal causa de la crisis y la falta de dólares.
A su vez, Morales recuerda al “Chuquiago Boy que, “como ministro de economía y jefe del gabinete económico, conocía todas las inversiones realizadas en el sector de hidrocarburos”. Y que, ahora, con su traición, estuviera poniendo en riesgo el legado de la nacionalización.
En estas acusaciones, de ida y vuelta, ambos ponen de manifiesto y admiten que el craso error fue malgastar la bonanza y no haber reinvertido en exploración hidrocarburífera para sustentar el modelo. Pensaron que el gas iba a durar para siempre. Y, sin duda, esos son los principales errores que hoy se constituyen en causas centrales de la crisis.
Y vean qué irónica es la vida y la política. Los “Chuquiago boys”, para salir de la crisis, nada raro que acudan a los “Chicago boys”.