De pronto, sin saber leer ni escribir, Luis Arce acaba de heredar el cadáver de un partido político que fatigó la infamia en Bolivia desde 2006.
No debe ser motivo de orgullo, y menos de alegría, recibir el cuerpo de un partido en acelerado proceso de descomposición, y quizá por eso Arce no agradeció el presente.
Un partido que ha sido capaz de provocar el peor desastre económico de la historia del país, desastre que todavía no ha tocado fondo, debe ser enterrado, muy hondo, con ceniza encima.
En el cronograma del desastre figura, para estos días, la importación de gasolina y diésel por parte de empresas privadas, las que seguramente estarán a cargo, el próximo año, de importar el GLP, y luego de importar el gas natural para el consumo interno.
Lo que les resultará difícil será importar la electricidad, que escaseará cuando la producción de gas sea insuficiente para mover las plantas termoeléctricas que generan 70% de la energía eléctrica.
Cuando haya llegado ese momento quizá los bolivianos hayamos pasado a usar leña para cocinar, o taquia, y talvez carbón, si es que los masistas que incendiaron 11 millones de hectáreas de bosques nos pudieran abastecer de carbón.
Hay que dar por descontado que a nadie se le ocurrirá votar por el partido que provocó este desastre creado por el gobierno del “primer presidente indígena” de Bolivia, lo que comenzó siendo un fraude, porque no era indígena, sino cocalero, pedófilo y, eso sí, muy pero muy corrupto.
Cuando los comunistas habían provocado un desastre similar en la URSS en 1991, y 17 repúblicas se independizaron, el partido comunista fue prohibido en la Rusia que quedaba.
En Bolivia no será necesario prohibir la existencia del partido que provocó el desastre actual, porque se supone que nadie querrá, nunca más, votar por sus candidatos.
Los soviéticos habían demorado 70 años en demostrar que eran capaces de destruir la economía con el método infalible de aplicar el comunismo, algo en lo que los cubanos llevan 60 años, con mucho éxito hasta ahora.
Los masistas bolivianos lograron hacerlo en dos décadas, lo que es un récord entre los socialistas del mundo, aquellos que están enterados de que esta es una competencia de los mejores destructores.
Muy cerca de la expiración del país, algunos bolivianos se han movilizado para evitar lo peor. Saben que un 99% de la gente quiere enterrar el cadáver insepulto.