Imaginemos que un delincuente asalta en la calle a un ciudadano y lo despoja de su billetera y objetos de valor. La víctima presenta la denuncia contra el agresor plenamente identificado, y al someter el caso ante la justicia, el agredido confía en el imperio de las leyes.
Pero, para su sorpresa, el juez simplemente pide a las partes que dialoguen y concilien sus posiciones. ¿Qué hay que dialogar? ¿Que la víctima del robo ruegue al ladrón que le devuelva sus pertenencias? ¿Que se las ceda para no continuar sufriendo más la agresión del malhechor?
La semana pasada ocurrieron en el país dos casos de este tipo (aunque no son los primeros y seguro que tampoco serán los últimos). El primero: algunos jueces solicitaron a los dueños de predios avasallados conciliar con los loteadores en lugar de ordenar el desalojo. Al menos así lo denunció la Federación de Juntas Vecinales (Fedjuve) cochabambina, ¿No hay un marco legal para casos de avasallamientos? ¿No se supone que las partes tendrían que presentar su documentación para establecer su derecho propietario? ¿Qué lugar tiene la conciliación en estos casos cuando está claro que lo que se debe hacer es pedir a las partes la documentación que corresponde y aplicar la ley en consecuencia?
El otro caso: el sector afín al masismo, con la protección de la Policía, toma por la fuerza la sede de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (Apdhb). Las instituciones civiles protestan contra el atropello, pero el Defensor del Pueblo sólo “exhorta” a los miembros de la Asamblea a resolver sus problemas “por la vía del diálogo”.
Casos como éstos ya ocurrieron con otros temas delicados, como la fecha del censo (como si no hubiera ley y decretos que la determinaron). Lo mismo en la disputa de los cocaleros de Yungas con el sector afín al Movimiento Al Socialismo (MAS) por la sede del mercado legal de coca, como si la ley no estableciera cuál es el único reconocido. Como en el ejemplo del atracador: se infringe la ley, y en lugar de hacerla respetar se pide diálogo, y eso, cuando el agresor tiene la pistola y la cartera del atracado.
¿Es lavarse las manos y dejar que las cosas se resuelvan por sí solas?, ¿es una forma de disfrazarse de justicia el favorecimiento al agresor?, ¿es miedo de quedar mal frente al partido de gobierno?
No se puede pedir diálogo para cada conflicto que se nos presente y peor aún cuando es la parte agredida la que tiene todas las de perder. Diálogo y conciliación son valores loables, pero se acude a ellos cuando no hay nada escrito. Para todo lo demás, están la Constitución y las leyes y son éstas las que deben ser aplicadas. Aludir al diálogo cuando están las leyes es poco menos que complicidad.