En marzo de 1916, en la colina de San Sebastián, en Cochabamba, tras una tormenta, el geólogo Federico Améstegui encontró cerca de 1.000 joyas de oro que correspondían a un ajuar funerario de un alto dignatario tiwanakota. Se trata de la pieza más espléndida y completa hallada hasta la fecha en Bolivia. Actualmente las reliquias se exhiben en el Museo de Metales Precioso de La Paz y la Asamblea Departamental de Cochabamba ha iniciado las gestiones para que el denominado “Tesoro de San Sebastián” vuelva al departamento.
En 2023, la Asamblea Departamental de Cochabamba inició las gestiones para el retorno de las piezas e incluso la Comisión de Interculturalidad de esa institución visitó el Museo de Metales Preciosos de La Paz para verificar la exposición de las reliquias, explica el presidente de la comisión, Freddy Aliaga.
El legislador indica que el ajuar tiwanakota al ser encontrado en Cochabamba es un bien cultural que corresponde al departamento y considera que la ausencia de normas ha causado que las joyas se queden en La Paz.
Aliaga señala que la solicitud del retorno del ajuar tiwanakota debe realizarse al Ministerio de Culturas, pero se desconoce si es factible porque no hay antecedentes de que se haya hecho antes y tampoco hay normas que detallen esto. “No sé si es factible porque no hay antecedentes de hechos similares. La norma habla de repatriación, pero no habla de la devolución a otros departamentos”, señala.
El asambleísta considera que el retorno de las reliquias a Cochabamba es importante porque puede incrementar la riqueza museográfica que tiene el departamento y a su vez atraería a más turistas. “Hay necesidad de que esto retorne a su origen. Estas joyas fueron el motivo para la creación del Museos de Metales Preciosos en La Paz, uno de los más importantes del país, es todo su ajuar completo, no tenemos algo parecido aquí. Detrás de eso está la historia del departamento, de sus pueblos originarios y su legado histórico”, explica.
Respecto al retorno de las joyas a Cochabamba, la responsable de Museos del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz (Gamlp), Vania Córdoba señala que no tienen una solicitud formal. “Hemos contado con la visita de parlamentarios de Cochabamba que venían a ver las piezas porque ellos pretendían hacer una solicitud (de retorno), nosotros no tenemos nada formal. (En la visita) nosotros les hemos dado el contexto de cómo se resguardan las joyas, cómo llegaron y cómo se conserva”, indica.
Córdoba explica que el museo cuenta con todas las medidas de seguridad, pues tiene una bóveda bancaria para resguardar el Tesoro de San Sebastián y otras piezas de alto valor.
“Se realizaron grandes inversiones para tener las medidas de seguridad respectivas. Todo tiene seguridad, las vitrinas mismas y el entorno general. Todas las colecciones que tenemos son de alto valor por eso lo resguardamos con mucho celo”, dice la funcionaria.
Córdoba agrega que las reliquias prehispánicas son propiedad del Estado Plurinacional de Bolivia y quien dispone de las mismas es el Ministerio de Culturas.
“El Ministerio de Culturas, es el ente rector, el Estado es el único propietario, si el Estado decide trasladar a otro espacio este debe tener condiciones adecuadas, no puede estar en un lugar con riesgo de ser robado”, explica.
En este sentido, Aliaga detalla que para que el Tesoro de San Sebastián vuelva a Cochabamba se requiere un ambiente adecuado y con seguridad para resguardarlo.
El tema económico sería un inconveniente para el retorno del ajuar a Cochabamba porque la Gobernación del departamento carece de ellos, sin embargo, la Alcaldía no tendría esa limitante, así lo habrían manifestado sus técnicos en una reunión realizada en 2023, indica Aliaga.
La Comisión de Interculturalidad de la Asamblea Departamental también impulsa la creación de un proyecto de ley para el retorno del Tesoro de San Sebastián a Cochabamba.
La directora de Cultura de la Gobernación, Luz Ordoñez, indica que el retorno de las reliquias es un tema que se va a gestionar y se solicitarán reuniones de coordinación para ello, pero también apunta que la situación legal es algo que se debe superar para lograr este traslado.
Hallazgo histórico
En marzo de 1916, el geólogo Federico Améstegui y sus hijos escapaban del aguacero que caía en la colina de San Sebastián, cuando divisaron algo brillante en el barro, lo recogieron y se dieron cuenta de que se trataba de una lentejuela de oro.
El ajuar desenterrado por Améstegui constaba de: una diadema, dos colgantes (para las orejas), dos adornos de hombros, dos pectorales circulares, un collar, más de 100 placas ornitomorfas, cuatro brazaletes, una tutuma, un cetro de mando, más de 1.000 placas de oro circulares, un cinturón, dos tobilleras, dos juegos de cascabeles y una sandalia, todo hecho en oro. La diadema y el collar tienen incrustadas piedras semipreciosas, detalla el Catálogo de San Sebastián, elaborado por el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz (Gamlp).
Según el arqueólogo Jédu Sagárnaga, la familia Améstegui tuvo en exposición este conjunto de joyas en su casa por mucho tiempo, pero en 1933 las piezas aparecieron en poder del francés Rodolphe Picard que trató de sacarlas del país. Al ser descubierto, las vendió al Estado y fueron puestas en custodia del Banco Central de Bolivia (BCB) por más de cuatro décadas. Posteriormente las reliquias fueron entregadas al Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, para su exhibición en el Museo de Metales Preciosos.
Actualmente el Tesoro de San Sebastián cuenta con sólo 700 piezas, pues se extraviaron varias placas ornitomorfas y circulares, dos brazaletes, el cetro de mando, el cinturón, las tobilleras y las sandalias, que “presumiblemente” habrían sido robados a Améstegui. Los objetos faltantes fueron reinterpretados por varios artistas para el museo del Gamlp, haciendo del tesoro uno de los ajuares que más imágenes y dibujos ha generado en la arqueología boliviana.
La pieza más llamativa e importante es la diadema de oro de 18 quilates porque es la más grande y pesada (245 gramos). Este objeto fue utilizado en la frente como insignia de poder, la forma semicircular presenta una figura antropomorfa en la parte central con incrustación de sodalitas. La técnica de trabajo fue laminado, repujado y cortado.
Más datos
Las joyas prehispánicas aparentemente fueron de un entierro directo, es decir, que no había ningún tipo de contenedor. El cadáver estaba en decúbito dorsal (echado de espalda), lo cual tampoco es habitual, ya que generalmente eran inhumados en posición fetal. Pero como Améstegui no pudo fijarse cómo encontró las joyas, la reconstrucción es hipotética, señalan los investigadores.
Gracias a la morfología de la diadema se puede decir que perteneció a la cultura tiwanakota, aunque no se tiene información fehaciente, como la que podrían proporcionar elementos de cerámica que la acompañasen. Lo que sí queda claro es que este conjunto de joyas perteneció a una persona con un rango importante.
La posibilidad de que fuera una tumba tiwanakota tiene fundamento, porque se habrían encontrado otros restos de esta cultura en Cochabamba.