Los bolivianos festejamos hoy a los maestros, en principio a aquellos que se encargan de la educación de niños y adolescentes desde el nivel preescolar hasta que concluyen el colegio, pasando por las escuelas, y, por extensión, a los docentes que terminan de formar a los jóvenes en institutos y universidades.
Loable labor la de las profesoras y los profesores que enseñan las habilidades que hacen de sus discípulos ciudadanos productivos y responsables.
Loable y pleno de desafíos ese trabajo, en especial ahora que los conocimientos están al alcance de una conexión a internet, un dispositivo electrónico y la suficiente curiosidad para buscarlos. O para distraerse con superficialidades o atiborrarse de datos erróneos.
Hoy, 6 de junio, es el Día del Maestro, desde 1924, hace 99 años. El mundo era muy distinto cuando se estableció esta fecha para homenajear a quienes dedican su vida a la enseñanza.
Un decreto instituyó esta celebración en memoria de Modesto Omiste Tinajeros, un potosino que nació un día como hoy, en 1840, y es considerado como el “padre de la educación de Bolivia”, pues mejoró la educación de los niños impulsando la creación de escuelas y la actualización de los profesores y la adopción de nuevos métodos pedagógicos.
Esa inquietud de Omiste parece haber sido olvidada por el Estado para el cual, y según la Constitución Política, “la educación constituye una función suprema y primera responsabilidad financiera”.
Al menos así lo demuestran los reclamos de los maestros que durante más de dos meses de movilizaciones consiguieron del Gobierno solo un reconocimiento parcial de sus horas de trabajo no pagadas, y también que las modificaciones —improvisadas y sin capacitación suficiente— en los contenidos curriculares contenidos no sean de aplicación obligatoria.
El magisterio, que no se movilizaba desde hace décadas, ha demostrado este año ser el único sector crítico e insumiso a las imposiciones de un aparato estatal al parecer más preocupado por difundir su ideología que por mejorar la calidad de la educación.
Así, cualquier posibilidad de dar una mejor educación a los estudiantes bolivianos recae exclusivamente en manos de los profesores que hacen de su trabajo una misión de vida.
Como explicaba a Los Tiempos Rodman Manzano, docente en servicio hace 21 años: “El profesor trabaja las 24 horas, si bien venimos a las aulas a impartir nuestras clases y estamos media jornada, tenemos que ver qué vamos a hacer en la próxima, atender a los padres y la tecnología nos ha facilitado mucho estos aspectos”.
Para ellos va nuestro homenaje y gratitud en su día.