Hoy se realiza el Censo Nacional de Población y Vivienda 2024, la encuesta nacional más completa que puede realizar un país para saber cuántas personas habitan en su territorio, dónde y en qué condiciones, además de otros datos estadísticos, todos imprescindibles para orientar las decisiones correctas que conduzcan al bienestar colectivo, en su más amplia expresión.
Para los bolivianos, el censo de mañana puede ser también un momento decisivo para iniciar la restauración de la deteriorada confianza en nuestras instituciones, pues el valor de los resultados que se obtendrán de este acopio de datos depende tanto del Instituto Nacional de Estadística (INE) —la instancia responsable y ejecutora de la gran encuesta— como de cada uno de los bolivianos que responderemos a las preguntas que nos formularán los censistas voluntarios, más de medio millón.
Es un día trascendental para todos, pues los resultados del censo nos permitirán saber “mínimamente, cuántos vivimos en Bolivia, cuántos en situación de pobreza, dónde están las regiones más vulnerables, cuántas personas tienen todos los servicios básicos, cuántos tienen casa propia y de qué materiales están construidas”.
“También conocer cuántas familias viven hacinadas, cuántos migraron y a dónde, cuáles son las causas más frecuentes de muerte, cuántas mujeres son jefas de hogar, (…) cuántos jóvenes estudian, cuántos trabajan, cuál es la calidad del empleo en el país y otros datos importantes”, como lo enumeraba, el periodista Andrés Gómez, en un artículo publicado en octubre de 2022.
“Sin la información mencionada, difícil cambiar el futuro”, agregaba Gómez. Y si esa información está distorsionada el cambio será erróneo y ajeno al beneficio colectivo.
La información demográfica y de condiciones de vida de los bolivianos tiene un desfase de más de 20 años. Eso, porque el Censo de 2012 fue realizado en condiciones defectuosas y sus resultados sufrieron sucesivas modificaciones motivadas por intereses políticos del gobierno de entonces y generadoras de la natural desconfianza ciudadana en las instituciones del Estado.
Hoy, esa desconfianza parece haber sido menor que la fe en la trascendencia del Censo 2024, como lo reflejan los más de 800 mil voluntarios capacitados para realizar el levantamiento de datos.
Ese multitudinario gesto tendría que ser una inspiración para la honestidad y plena cooperación de todos a la gran tarea que realiza mañana el país entero.
Y también un desafío para las instancias del Estado, para el INE que procesará los datos acopiados, para el Tribunal Supremo Electoral que redistribuirá el número de diputados por departamento en función de sus habitantes y para el Gobierno que deberá impulsar el Pacto Fiscal, como lo establece la Ley Marco de Autonomías, de 2010.