Incrédulos, todos miraron cómo los tanques y militares tomaron ayer la plaza histórica Murillo en La Paz, expulsando a todas las personas civiles que estaban en el lugar. Por varias horas, y aún más cuando un vehículo de guerra intentó derribar la puerta del Palacio Quemado, dejó en vilo a la población boliviana y a la comunidad internacional, ya que se presumía un golpe contra el Gobierno constitucionalmente elegido por el voto popular en noviembre de 2020.
En los casi 42 años de democracia que vive Bolivia, lograda tras duras luchas en las calles y el luto de las familias, no se había visto un acto semejante que va en contra del orden constitucional y la institucionalidad del Estado. Este acto fue dirigido por quien hasta ayer fuera el comandante general del Ejército, Juan José Zúñiga.
Sin embargo, esta situación fue precedida por una serie de declaraciones desatinadas hechas por el general Zúñiga, las cuales fueron duramente criticadas por enmarcarse en un acto de deliberación prohibida en su condición de militar. Muchos consideraban que esta situación ameritaba una destitución inmediata, pero no fue así. A pesar de la insistencia de los medios de comunicación por aclarar la situación, no se recibió respuesta. Por el contrario, el jefe militar sorprendió al dirigir la movilización de tropas y ordenó la toma de la plaza Murillo, marcando la historia del país con un acto reprochable y vergonzoso.
El golpe militar fallido resultó en la detención de Zúñiga y Juan Arnez Salvador, excomandante de la Fuerza Naval. En esta ocasión, todas las voces coincidieron en que se debía aplicar una sanción ejemplarizadora contra ambos.
El respaldo de la comunidad internacional al Gobierno legalmente electo ha sido fundamental. No se esperaba menos, ya que los bolivianos se han caracterizado por defender la democracia a lo largo de su historia.
“Ya todo está bajo control”, afirmó el ministro de Defensa, Edmundo Novillo. No obstante, aún existe temor en la población, que por pánico acudió a los mercados, estaciones de servicio y cajeros bancarios. Esta situación naturalmente requiere un tiempo para calmarse, siempre y cuando no ocurra otra acción irregular.
El presidente Luis Arce, quien ya advertía que se estaba gestando un “golpe blando”, afirmó al momento de posesionar a los nuevos comandantes de las tres fuerzas que hará “respetar la democracia, ganada con el voto en las urnas”.
Claramente, la insubordinación militar puso en riesgo la democracia en Bolivia y está en manos de los bolivianos y sus gobernantes mantener la institucionalidad y el orden constitucional. Se espera que el Ministerio Público y las instancias de las Fuerzas Armadas cumplan con su trabajo, investigando y sancionando a los responsables del golpe que no se consumó.