La laguna Alalay, uno de los pulmones verdes más importantes de Cochabamba, vuelve a respirar. Tras años de deterioro, incendios y contaminación, el reciente dragado y la inyección de aguas frescas han revitalizado este emblemático espacio. Hoy, el espejo de agua refleja algo más que la belleza del paisaje; es símbolo de resiliencia y de una lucha colectiva por recuperar lo que ofrece la naturaleza. La mejor prueba es el retorno de al menos 40 especies de aves. Patos, flamencos, gaviotas y garzas ahora sobrevuelan la laguna, restaurando la sinfonía natural del lugar.
El panorama actual es alentador. Aguas más claras, la ausencia de malos olores y un entorno en el que la vida silvestre florece nuevamente son señales de un avance significativo. Hace apenas unos años, en las épocas más secas, la laguna se reducía a un vaso vacío de tierra agrietada y restos macabros de los incendios, pero hoy acumula 3 millones de metros cúbicos de agua, embelleciendo la ciudad y ofreciendo un refugio para diversas especies. Sin duda, este renacimiento es motivo de celebración.
Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer. La recuperación integral de la laguna requiere no solo de esfuerzos puntuales, sino de un plan sostenido y estructurado. Tres tareas fundamentales están pendientes: la construcción de la “zanja de coronamiento” para evitar el ingreso de aguas servidas, la forestación del entorno y las gestiones para asegurar la recarga permanente de recursos hídricos. Estos pasos son cruciales para garantizar que la laguna no vuelva a enfrentar los problemas que la llevaron al borde del colapso.
El riesgo de que esta revitalización sea temporal es real. Las altas temperaturas han evaporado ya 50 centímetros del nivel del agua, y la falta de una recarga constante podría revertir el trabajo realizado. Aunque la Alcaldía prevé iniciar pronto la construcción de la zanja, aún se espera la confirmación del financiamiento de 15 millones de bolivianos del Fondo Nacional de Desarrollo Regional.
Otro desafío pendiente es el control de los depredadores naturales, como los perros callejeros, que atacan los nidos de aves y disminuyen sus poblaciones. A pesar de los esfuerzos por crear puntos de anidación seguros en pequeñas islas dentro de la laguna, este problema persiste. Además, la proliferación de algas sigue siendo un reto.
El resurgir de Alalay es un triunfo para Cochabamba, pero también un recordatorio de que la conservación amboental requiere constancia, inversión y planificación.
La laguna ha demostrado que, con esfuerzo y voluntad, es posible revertir los daños causados por la negligencia humana. Ahora, es responsabilidad de todos asegurar que este oasis en el corazón de la ciudad siga siendo refugio de vida y tesoro natural para las futuras generaciones.