En el universo del fútbol, pocas cosas sorprenden más que la pasión de una hinchada. En Bolivia, esa pasión parece impermeable incluso tras la derrota 6-0 ante Argentina, el campeón del mundo, al menos por ahora. Mientras en gran parte del mundo las burlas se multiplican y se habla de un “golpe de realidad” para la Verde, en Bolivia increíblemente el ánimo sigue en alto.
La derrota es dura, pero Bolivia venía de una racha positiva de tres victorias consecutivas, y el séptimo puesto actual en las eliminatorias sudamericanas deja a la Selección en zona de repechaje, con una posibilidad real de clasificar al Mundial 2026, lo que apuntala la ilusión pese a todo.
Para el resto del mundo, Bolivia es un equipo que solo brilla cuando juega en El Alto, a 4.100 metros sobre el nivel del mar. Sin embargo, en el presente ciclo, la Selección ha mostrado atisbos de mejora que trascienden la altura. La ilusión no se basa en un espejismo, sino en un equipo que, aunque aún está lejos de ser perfecto, ha demostrado tener carácter y posibilidades de progreso.
Las autoridades de fútbol, conscientes de la situación, analizan incluso postergar fechas del fútbol doméstico para dar más tiempo de entrenamiento a la selección. En cualquier otra circunstancia, una goleada como la sufrida frente a Argentina habría desatado críticas y llamados al cambio inmediato. Pero esta vez, la respuesta ha sido diferente: en las calles, mesas de casa y de oficina y redes sociales, resurge una muestra colectiva de confianza, de esa resiliencia casi irracional que solo una afición genuina puede ofrecer.
Lo que sorprende no es solo el perdón a una derrota tan contundente, sino el fervor que la acompaña. Como pocas veces antes, Bolivia se ha unido en una sola voz de apoyo hacia su selección. Ya no se trata de esperar un milagro, de creer que solo los dioses de la altura salvarán el día, sino de entender que, aunque el camino sea empinado, hay una verdadera oportunidad de llegar a la meta. Hoy todos son Bolivia. Hoy todos ponen el hombro, hoy todos ponen su aliento, aunque sólo sea simbólico, y cuando se juegue el siguiente partido en El Alto contra Paraguay, muy probablemente también se agoten las entradas y el estadio se llene de hinchas.
Qué lindo fuera que esta misma respuesta que se pone en fútbol se diera en otros ámbitos de la realidad nacional, qué lindo fuera que en cuanto viéramos una fogata en el cerro todos corriéramos a apagarla sin esperar a que se quemen 10 millones de hectáreas, o que ante la ola de feminicidios, de alguna manera pusiéramos un alto, o frente a la falta de combustibles, la sequía, la falta de alimentos… en fin: “golpe de realidad”. Por ahora, la respuesta es sólo con el fútbol. Allí, todos somos Bolivia.