El sábado de la semana pasada, se vivió en la entrada al barrio de Sopocachi, en La Paz, un pequeño triunfo del bien sobre el mal, los avasalladores de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, un grupo de personas que tomaron los predios de esa institución, y que como simpatizantes del Gobierno, son las menos indicadas para hacerse cargo de la misma, abandonaron la vetusta casa de los años 30, luego de 51 días de haberse instalado en la misma.
Este hecho fue posible gracias a la actitud tesonera, valiente, que doña Amparo Carvajal, la presidente de la Asamblea, llevó a cabo, poniendo en riesgo su salud, y su vida. La señora Carvajal, fue víctima, de una especie de grupo de choque del masismo, que quedó muy mal parado la semana anterior al desenlace, cuando se supo públicamente que el cabecilla de ese grupo era un individuo, que no cumplía con sus obligaciones más elementales, vale decir, pagar el mantenimiento de un hijo suyo, y honrar una deuda.
Los arquitectos de la toma de la Asamblea Permanente hicieron mal sus cálculos, pensaron que tal vez, doña Amparo ya cargada en años y achaques, simplemente no se sentiría con las fuerzas para enfrentarlos, y se llevaron un chasco mayúsculo, no es poca referencia, el saber que la señora fue una misionera mercedaria en su juventud.
Este triunfo es muy importante, debido en estos tiempos a la importante cantidad de presos políticos que tiene Bolivia, siendo la expresidente Áñez, y el gobernador Camacho, los más llamativos, aunque no los únicos.
La narrativa del supuesto golpe de Estado del año 2019, que puede causar dolores de estómago a los ciudadanos honestos, precisamente por su falacia, implica en los casos arriba mencionados, la persecución y la perdida de libertad. Lo que se está haciendo con la señora Áñez y con el gobernador Camacho es profundamente vil y es una vulneración completa de sus derechos.
En los últimos días se ha visto, el rostro demacrado, y el cuerpo disminuido del gobernador de Santa Cruz, no puede sorprendernos: no solo esta privado de libertad, sino que está en un laberinto de la injusticia, cualquiera, aunque no tenga condiciones de salud de vulnerabilidad, puede terminar en un cuadro depresivo o de angustia.
Ahora bien, aparte de la injusticia implícita de una detención preventiva, que no debería aplicarse a quien es el gobernador de un departamento, de hecho, (un juicio debería esperar a que el acusado deje de estar en esas funciones, porque el antecedente de meter a la cárcel a un gobernador, como sucedió con el de Pando hace tres lustros, es nefasto, ya que es además una manera artera de deshacerse de un opositor con cierto, o con gran, poder) lo que está haciendo el Gobierno, es crear una brecha muy grande entre oriente y occidente, entre las montañas y los llanos en nuestro país.
En Santa Cruz existe una fuerte narrativa respecto a un centralismo paceño asfixiante, creo que si se hace un análisis general de la historia del país, esta visión no se sustenta, sin embargo, actitudes como la del Gobierno del presidente Arce, el encarcelamiento del gobernador, y su traslado a una cárcel ubicada en una altura y un ambiente climático tan ajeno a los llanos, solo puede consolidar esa visión de las cosas.
Lo que sucede con el gobernador Camacho es, aparte de una enorme injusticia hacia él y su entorno familiar, una verdadera afrenta para la gente de su departamento, no solo para quienes votaron por él, y azuza uno de los conflictos internos que tiene nuestro país.
La gente se conmovió con la figura de la señora Carvajal viéndola como víctima de los abusos indirectos del Gobierno, y se indignó. Más conmovedora, y más indignante es la situación de los presos políticos. Los ciudadanos, por nuestro lado, y la comunidad internacional por el suyo, no podemos quedar indiferentes, o con los brazos cruzados. A apoyar ahora el trabajo de Amparo Carvajal. Aclaremos que la inquina hacia ella, por parte del Gobierno, es porque ha levantado la voz ante esas injusticias.
El autor es operador de turismo