Un café servido a las 7:30 y bebido hasta las 8:00 mientras se responden mensajes “urgentes” de WhatsApp, se alista la ropa para emprender el día, se piensa en llegar a tiempo a la cita médica (controles de rutina y responsables para toda mujer), en fin… así empezó para mí ese jueves previo al Jueves Santo. Entre cosa y cosa, recibo un mensaje de Geraldine –editora de la Revista OH!–: “Jean Carla, no te olvides mandarme tu columna, saldrá el Domingo de Pascua”. Valoré mucho los dos recordatorios, pues si tú eres como yo o la mayoría de las personas, notarás que tienes días o semanas de locos donde tratas varios temas a la vez y te esfuerzas por cumplir con todos y aunque habitualmente no te olvidas de tus compromisos algunos ocupan más espacio en tu mente que otros impulsándote a entrar en un torbellino, laberinto o tsunami –llámalo como quieras– del cual quieres salir lo antes posible y en buenas condiciones. Bueno, así estaba yo las últimas semanas, con mucho compromiso de trabajo, responsabilidades familiares, viajes programados, en fin. Y para ponerle más sazón al tema, contarles que estuvimos en una linda cena por la celebración del Día del Papá con un grupo de amigos, todos contemporáneos en edades, lo que llevó a la típica broma de que ya nos juntamos para hablar de los dolores en el cuerpo –conversación de la cual prefiero no participar y solo escuchar–. El tema de los dolores llevó a hablar del seguro de salud, de la vejez, de la jubilación y así sucesivamente una serie de preocupaciones que apañaban a los comensales. En ningún momento resto seriedad al asunto y, por supuesto, afirmo que debemos ser precavidos y responsables con lo que nos toca. No obstante, la preocupación exagerada y como la llamé en este escrito “preocupación por gusto” me hizo reflexionar en un verso bíblico que dice: “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan”. Como dice Max Lucado: “Solemos preocuparnos de cuestiones financieras, escolares y legales. Nos preocupamos de que no vayamos a tener dinero suficiente, y cuando lo tenemos nos preocupamos de que no vayamos a administrarlo bien. Nos preocupamos de que el mundo se acabe antes de que expire el tiempo en el reloj del estacionamiento. Nos preocupamos de lo que el perro piense si nos ve salir de la ducha, nos preocupamos de que algún día nos enteremos de que el yogur libre de grasa nos engorda…”, nos preocupamos de todo. Francamente pensemos si Jesús se hubiera dejado clavar en una cruz para ¿luego desatendernos y olvidarse de nosotros? Claramente, eso no estaba dentro de sus planes, jamás lo hubiera hecho, mas al contrario considero que todo lo que nos preocupe debe ser el móvil que nos ocupe para acercarnos más a Él y conocerlo. ¡Sí! conocerlo pues solamente cuando nos acercamos a alguien –amigo, vecino o colega–, y nos relacionamos, nos conocemos y en la medida que nos conocemos se genera la confianza, la relación con Dios no es diferente a otra.
Aunque pienso que no debemos esperar una Semana Santa para vivir santamente y al contrario adoptar esa perspectiva para vivir todos los días del año, aprovecho el recordatorio de Geraldine para invitarlos a pensar en lo que significó verdaderamente esa crucifixión, muerte y resurrección para quienes hemos decidido creer en ÉL.