Llena de emoción con cada experiencia y reuniendo fuerzas para no derramar lágrimas por los recuerdos increíbles que vivió, la pianista cochabambina Marianela Aparicio conversó con OH! sobre su gira por Polonia, Luxemburgo, Berlín y Madrid.
La destacada artista se embarcó en la gira europea coincidiendo con el lanzamiento de su álbum y con la promoción de dos libros de partituras del mismo trabajo musical, parte de la colección de Compositores Bolivianos patrocinada por Jan y Teresa Stahlie.
—¿Cómo vivió su gira por Europa?
—Recibí la invitación de la Orquesta Filarmónica Kalisz dirigida por el maestro boliviano Rubén Silva, un gran director que radica en Polonia desde hace décadas. Recibí la invitación para ser solista de la orquesta una vez más, tocando el concierto en sol mayor de Ravel. Yo había tocado este concierto cuando mi hijo, que ahora tiene 13 años, tenía un año y fue justamente en Polonia. Fue emocionante volver a tocarlo, recordarlo, no lo había tocado desde ese entonces. Y bueno, emocionada de volver a tocar como solista de una orquesta, porque tocar con una orquesta es un privilegio. He tocado con la Orquesta Filarmónica de Cochabamba, lo hice muchas veces.
—En las imágenes se ve que llevó a Bolivia en su vestuario, ¿cómo lo pensó?
—Me importa mucho la imagen, la importancia que yo le doy a la música es la forma en la que me proyecto y me visto, además de la puesta en escena. Para Ánima (su nuevo álbum), busqué algo que identifique al álbum, que identifique lo que había hecho, que era hacer arreglos de música folklórica de Bolivia, pero con un lenguaje pianístico totalmente clásico. Entonces, ¿cómo podía lograr eso? Y Dios me llevó a conocer al diseñador Luis Daniel Ágreda y le pedí que quería algo que me identifique y a este álbum. Y él diseñó un vestido que era muy sencillo, pero de un color muy lindo. Yo quería que sea rojo porque me gusta y él me hizo una propuesta con la que quedé fascinada porque tiene sublimado el machetero, que es una imagen del oriente que simboliza muchísimo al folklore del oriente boliviano. Entonces, este vestido ha sido el que me ha acompañado en toda la gira y no solamente en la gira donde he tocado mis arreglos y las obras de Huáscar, sino también con la orquesta porque creo que he sentido que quería que todo el mundo sepa que Bolivia estaba ahí.
—¿De dónde surge esta idea del álbum? Mencionaba que fue en la pandemia, ¿surge una catarsis para que comience a hacer esto?
—Así es. A veces los golpes hacen que uno se reinvente, que sean nuevas oportunidades. Yo no pensaba hacer esto, y la vulnerabilidad de la pandemia, el sentir que eres tan efímero y que todo puede pasar, y todo pasa en realidad. O sea, ahorita quisiera retroceder el tiempo y estar otra vez en Europa tocando Ánima, tocando con la orquesta, pero todo pasa muy rápido, y uno siente que por ahí lo que hace no es tan importante y no es tan trascendente. El hecho de aportar con un granito de arena a lo que está escrito, a que Bolivia tenga música clásica escrita en piano, pero también que la gente reconozca, que reconozca el “Sombrero de sao”, que reconozca a “Niña camba” en un lenguaje pianístico distinto, la verdad que con toda la humildad quiero decirte que para mí significa mucho, y significa mucho que el público europeo haya respondido con tanta calidez. Llegar a Polonia y tener un pianazo, donde la verdad es que todo lo que hacía sonaba como quería, es altamente potenciador. Ha sido muy emocionante, más aun siendo solista de la orquesta, y al terminar el concierto la gente muy emotiva, aplaudió muchísimo, y el director me dice “toca uno de tus arreglos”, no estaba preparado, y toqué el “Jumechi”. Y al terminar de tocar el “Jumechi”, ver toda esa gente pararse de golpe y aplaudir de pie, un arreglo que yo no sabía cómo lo iban a recibir, la verdad es que ha sido tremendamente emocionante y ha sido el buen augurio para lo que venía después, que ya era la gira para mostrar y promover Ánima.
Hace ya varios años, lo que hago en los conciertos es contar anécdotas sobre lo que voy a tocar, porque creo que no todo el mundo tiene la obligación de saber detalles, y creo que la escucha del público es absolutamente distinta cuando tú le cuentas algo sobre lo que va a escuchar, a escuchar simplemente música. Más aun queriendo mostrar lo que era de mi país, he ido explicando cada una de las piezas que conforman Ánima, y es una energía del público el ver esa atención, ese interés de escuchar.
He tomado muy en cuenta la letra al hacer los arreglos, entonces les canté “Niña camba” a capela, y luego se los toqué en piano, entonces hubo una conexión muy linda en absolutamente cada uno de los lugares, la energía de cada uno era diferente, y eso es lo mágico, y eso es lo que destaco además. En Madrid fue el cierre de toda la gira, y fue un cierre con broche de oro, porque estaba Teresa Rivero y, para mí, ella ha sido el impulso para hacer esto, para animarme a hacer los arreglos, y ha sido la promotora además de que pueda haber esto impreso. En suma Rubén Darío Reyna, que es un violinista espectacular, con quien además tengo una afinidad muy fuerte, pudimos tocar por primera vez juntos, porque las grabaciones las hemos hecho a distancia. Yo grabé en Buenos Aires la parte del piano, y él grabó desde Madrid la parte del violín en un estudio.
Tocar en vivo con él es absolutamente mágico, la versión que hemos conseguido tocando juntos, a pesar de haber tenido solamente un ensayo, ha sido absolutamente mágica, porque esa conexión entre lo que él siente, entre lo que siento yo, y entre lo que te está proyectando el público, definitivamente genera una interpretación absolutamente emotiva, probablemente con algún error, pero absolutamente humana.
—Todo lo que ha vivido a comparación de la preparación que ha tenido a lo largo de su vida ha sido un cambio radical, ¿lo considera así?
—No sé si ha sido un cambio radical, o ha sido reinventarse y aprovechar todo lo que sabes, aprovechando todo lo que conoces, aprovechando todo lo bueno que tienen otros países, aprovechar todo lo genial que tienen los grandes compositores europeos, y fusionarlo a lo que es tan cándido, tan simple, pero tan hermoso como es la música folklórica. De hecho, Chopin, por ejemplo, se ha inspirado absolutamente en las mazurcas, que también son cuestiones folklóricas, entonces creo que el hecho de que no todos tengan acceso al piano, a que gusten de la música clásica, del piano clásico, creo que el reconocer una “Niña camba” es como que te acerca también, los acerca a ti. Creo que es importante ser flexible, es importante compartir, eso para mí es clave, y eso para mí creo que es lo más lindo de la música, y lo que también va a salvar al mundo, y por eso es tan importante la música y el arte. En nuestro país, que es un país chiquito, y que lastimosamente la cultura es la tercera rueda del carro, hay que decirlo, luchamos muchísimo por hacer cosas, por hacer actividades, nuestra orquesta tiene 17 años y es a pulmón, una serie de cosas que realmente es muy diferente en Europa. En Europa hay mucho apoyo, es la cuna de la música, del arte, es el viejo mundo, realmente el apoyo de las instituciones públicas es impresionante.
Esto para mí es un sueño hecho realidad. No alcancé a tener expectativas porque mi familia también para mí es sumamente importante, debo decir que tengo que agradecer la paciencia de mis hijos, de mi esposo, el apoyo. Mi esposo también es una persona ocupada, cada uno anda en su mundo y creo que esa tolerancia, esa ausencia que definitivamente, a pesar de estar ahí, tengo que tener para poder darle el tiempo. Realmente ha sido un esfuerzo muy grande, del que no me arrepiento, que ha sido realmente, me ha dado de vuelta mucho, pero el ensayar un concierto de Ravel para tocarlo con una orquesta y al mismo tiempo llevar otro repertorio.
Me he sentido orgullosa de ser boliviana, por mostrar nuestro salar de Uyuni, mostrar, dejar algo escrito, la música trasciende por las partituras. Nosotros tenemos Rachmaninov, tenemos Beethoven, porque tenemos esto, entonces para mí es sumamente importante. Para mí, es una entrega y es una muestra también de compartir; no me voy a quedar yo con mis arreglos, les voy a tocar yo sola, son míos, no, al contrario, quiero que todo el mundo y quiero que cuando yo no esté, alguien los toque.
—¿Cuán difícil es ser músico, ser artista en Bolivia?
—Tomando en cuenta y sin ánimo de generalizar que muchas veces los bolivianos se identifican más con apoyar a gente externa que a la suya. La verdad es que creo que afortunadamente los artistas, los que tenemos alma de artista, tenemos una fuerza interior y de alguna manera buscamos el camino. Es difícil, es muy difícil. La verdad es que me siento un poco MacGyver cada vez. Para hacer algo, para buscar objetivos, es como que tienes que arañar. Pero eso también es interesante, porque al final te hace buscar la manera de lograrlo y de conseguirlo. Es muy difícil porque la gente cree que tocar un instrumento es fácil, que es un adorno. Para tocar el concierto de Ravel, a pesar de que lo había tocado hace algunos años, cuando he retomado decía “no me acuerdo”. Entonces, es como un deportista, es muy importante la disciplina, es mucho tiempo de inversión y, por supuesto, de que la remuneración, lastimosamente, no es proporcional al esfuerzo. Y es triste porque en esta época hay mucha valoración a cosas muy inmediatas y no necesariamente muy trabajadas.