Alejandra Laserna es una destacada instructora y educadora de pilates, con más de 20 años de experiencia en el ámbito del bienestar físico. Su trayectoria comenzó de manera inesperada, cuando se vio motivada a explorar esta disciplina, tras el accidente de su hermana. Esto la llevó a descubrir los beneficios transformadores del pilates, tanto a nivel físico como mental.
A lo largo de su carrera, ha fusionado su formación en biología y ecología humana con su pasión por el fitness, creando un enfoque único hacia la salud y el bienestar integral. De esa manera, logró construir una comunidad sólida con más de 34 mil seguidores en sus redes sociales: da tips y clases presenciales y virtuales, donde combina ejercicios de pilates con elementos de resistencia para ofrecer entrenamientos efectivos y accesibles para todos los niveles. Su compromiso se refleja en su estilo de enseñanza, “para ponerte fuerte, calmar la mente y vivir mejor cada etapa de tu vida”.
- Sabemos que tu carrera en pilates comenzó buscando formas para ayudar a un familiar, ¿cómo fue ese proceso?
- Fue un inicio accidental, literalmente. Yo ya era instructora de otras disciplinas de gimnasio, especialmente de aeróbic y danza, lo que hoy se conoce como zumba; en ese entonces, lo llamaba “baile entretenido”. Todo comenzó con un accidente de mi hermana, y por eso digo “literalmente”. Al tratar de recuperarse, ella no practicaba ningún tipo de gimnasia y fue descubriendo, junto a su fisioterapeuta, esta disciplina. A mí me entró la curiosidad no sólo por el entrenamiento que ella estaba recibiendo para ayudar a sus lesiones y su recuperación posaccidente, sino también porque empecé a escuchar sobre esta nueva técnica en Hollywood. No fue hasta que Madonna cantó una canción sobre el pilates que decidí investigar más sobre esta técnica. Comencé a practicarla y, viniendo de un ambiente de mucho impacto porque para mí el entrenar tenía que ser rudo y desgastante, me preguntaba: “¿Qué es esto? ¿Es yoga, pero no es yoga?”. Después de estudiarlo y acompañar a mi hermana en su recuperación, realmente me enamoré del método, sobre todo por los cambios que experimenté tanto a nivel físico como mental. La calma que me traía no me dio ninguna otra disciplina hasta el día de hoy.
- ¿Cuál fue el momento en el que sentiste que el pilates era tu verdadera pasión?
- El momento decisivo fue cuando decidí enseñarlo, lo cual también sucedió de manera casual. Mi hermana daba clases en un gimnasio y se fue temporalmente a vivir con nuestros padres a Estados Unidos. Me pidió que me quedara a cargo de la clase y yo respondí: “No, no es lo mío”. Sin embargo, cuando comencé a dar las clases y a consolidar una comunidad, me enamoré del proceso. Al ver los diferentes resultados que la gente obtenía como sentirse más joven, recuperarse de lesiones o rendir mejor en su deporte pensé: “Esto es lo mío”.
- Pasaste de una carrera como bióloga al mundo del pilates, ¿cómo se dio este cambio?
- Esa fue una de las decisiones más difíciles que tomé en mi vida. Estaba trabajando como instructora de pilates y también tenía mi empleo; había pasado por proyectos en ONG y trabajos ambientales. En ese momento, daba clases en un colegio en Cochabamba y estaba embarazada. Sabía que tener dos trabajos y un bebé no sería posible, así que era el momento de decidir.
A pesar de que uno de mis empleos me ofrecía estabilidad económica y todos los beneficios asociados, opté por algo que me permitiera manejar mi propio tiempo y ser una mamá presente porque eso era algo que buscaba, en ese momento decidí dejar a un lado mi carrera, no sé hasta cuando, y dedicarme de pleno a dar clases de pilates.
- ¿Qué desafíos marcaron un antes y un después en tu trayectoria?
- Dejar el trabajo presencial y el estudio que había fundado con mi hermana Mariana hace aproximadamente 20 años y trabajar sola fue una decisión difícil. Dedicarme a mi marca personal y a mi proyecto en línea significó soltar un proyecto “bebé” que habíamos construido juntas, durante muchos años; algo que nos unía. Aunque fue complicado, no me arrepiento porque ahora puedo trabajar a mi propio ritmo, crear según mis gustos y darme tiempo libre. Otro momento clave fue la llegada de mis hijas, ahí la vida me preguntó: “¿Dónde está tu equilibrio?”. Tuve que aprender a dosificar mi tiempo y dedicarme a ellas cuando eran pequeñas.
- ¿Cómo logras mantener el equilibrio entre tu vida personal y profesional?
- Comencé a gestionar esto poco a poco, gracias a los jalones de oreja de mi esposo. No sé si es porque amo mi trabajo o porque soy capricorniana, pero llegaba del trabajo fuera del horario habitual. A veces empezaba a las 7 de la mañana y no estaba presente ni para el desayuno ni para la cena porque estaba dando clases o creando contenido para redes sociales. Fue entonces cuando mi esposo me dijo: “Esto no va a dar; necesitamos tiempo para nosotros y debes estar aquí presente”. Le agradezco mucho por esto porque él me proporciona ese equilibrio al decirme: “Ale, estás trabajando demasiado” o “hagamos algo juntos”. Él es como mi cable a tierra. He aprendido a ponerme límites, mi descanso y mi familia son mi prioridad. El camino del bienestar es de todos los días, un pasito a la vez. Es importante tratarse con amor, ser amable con nuestro cuerpo, honrarlo, cuidarlo y que cada pequeña acción lo nutra.