El aire que respiramos en la ciudad de Cochabamba el domingo último —Día del Peatón del Ciclista, el primero de este año— tuvo una calidad excepcional.
Ese día, la contaminación atmosférica generada por la emisión de gases del parque automotor que utiliza combustibles fósiles se redujo en un 92 por ciento, según la Red de Monitoreo de la Calidad del Aire (MoniCA).
Más allá de las mediciones, el efecto de la ausencia de vehículos motorizados en las calles fue evidente para todos: no se veía el aire que respiramos, pues estaba limpio, sin las partículas que lo oscurecen los días ordinarios y que, en su gran mayoría, provienen de los tubos de escape de esos vehículos.
Cada año, tenemos tres días sin vehículos en Cochabamba, tres días de aire puro cuyos efectos debieran llegar más allá del disfrute peatonal y servir para acciones de mayor alcance, como reflexionar acerca de las soluciones posibles para el problema de la contaminación del aire y la contribución de cada ciudadano en el desafío de disminuirla.
Eso es una necesidad urgente, pues la mala calidad del aire en la ciudad aumenta junto con el tamaño del parque automotor, es decir, de manera sostenida.
Y al aumentar la contaminación atmosférica disminuye la calidad de vida, pues los efectos sobre la salud son inevitables, como lo constata un estudio científico publicado en 2016 y que analizó la relación de la calidad del aire con los casos registrados de infecciones respiratorias agudas (IRA) en La Paz, El Alto y Cochabamba.
“Podemos apreciar que la mayor incidencia de IRA se tiene en la ciudad de Cochabamba, con una ligera tendencia a aumentar”, constatan los autores del estudio, dos académicos de la Universidad Católica Boliviana-Cochabamba.
La mala calidad del aire que respiramos en las ciudades del país fue corroborada el año pasado en el Informe de América del Sur 2022 de The Lancet Countdown sobre salud y cambio climático, que atribuye a las ciudades de Perú y Bolivia la peor calidad del aire en la región.
Los bolivianos estamos expuestos a una “contaminación del aire ambiental promedio cinco veces más elevadas que las pautas de la Organización Mundial de la Salud (OMS)”, asegura ese informe internacional.
Eso no va a cambiar con tres domingos cada año sin circulación de vehículos y controles esporádicos de las emisiones de sus gases. No, frenar el deterioro de la calidad de aire en la ciudad requiere un plan serio y a largo plazo.
Un plan que contemple mucho más que la aplicación efectiva de las leyes municipales de protección ambiental, que son seis, y alcance a crear una conciencia ciudadana sobre la importancia de mitigar la contaminación, comenzando por los niños y adolescentes en las escuelas y colegios.