Tres años, tres meses y cuatro días después de haberla declarado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha puesto fin ayer a la emergencia sanitaria global por la Covid-19.
Eso no significa que la pandemia haya terminado, pero es una especie de clausura simbólica de una circunstancia jamás vivida en todo el planeta desde poco más de un siglo y cuyos efectos han sido devastadores.
La Covid-19 ha llegado a 260 países, afectado a más de 673 millones de personas y ocasionado, directa o indirectamente, la muerte de al menos 20 millones de personas, aunque la cifra oficial alcanza a poco menos de 7 millones.
Es evidente que jamás conoceremos la cifra exacta de las muertes ocasionadas por la pandemia, ni de las pérdidas económicas resultantes de la devastación provocada por la expansión fulminante de los contagios, especialmente en los primeros seis meses de 2020.
La difusión del nuevo coronavirus en el mundo fue tan rápida y descontrolada que buena parte de los países tuvieron que recurrir al confinamiento de su población.
Lo que significó también paralizar la actividad de puertos, aeropuertos y todo transporte terrestre. El mundo se detuvo.
Y también Bolivia. En pocas semanas a partir del 10 de marzo de 2020, cuando se detectaron los primeros casos de Covid-19, los contagios de la enfermedad se multiplicaron con rapidez evidenciando las terribles carencias del sistema de salud nacional.
La gente se moría en las calles, en sus casas, en los hospitales colapsados y los ataúdes hacían cola en las puertas de los cementerios. Una situación atroz que se fue superando a medida que los médicos iban conociendo mejor la enfermedad y cómo se contagiaba, y la gente tomaba conciencia de la necesidad de aplicar las medidas sanitarias y respetar el confinamiento mientras duró.
La disponibilidad de test de diagnóstico, primero, y de vacunas, después, permitió controlar la propagación del mal. Los bolivianos vivimos seis olas de contagios y las autoridades sanitarias anuncian la posibilidad de una séptima en pocas semanas.
La pandemia no ha terminado y la probabilidad de contagiarse con Covid-19 existe, no sabemos por cuanto más. La enfermedad es mucho menos letal que hace dos años, pero sus secuelas pueden prolongarse y dejar daños duraderos.
Esa realidad tendría que motivarnos a permanecer vigilantes no solo a las autoridades de salud, sino a todos, pues como constata un especialista del programa de emergencias sanitarias de la OMS, “en la mayoría de los casos, las pandemias realmente terminan cuando comienza la siguiente pandemia”.