Hoy, 10 de mayo, se celebra el Día del Periodista Boliviano como todos los años desde 1938, cuando el dictador Germán Busch dedicara la fecha a homenajear a los trabajadores de la prensa, mediante el reconocimiento de esta actividad como una profesión y la concesión del derecho a la jubilación.
En la misma fecha, pero de 1865, otro dictador, Mariano Melgarejo, condenó a muerte a Cirilo Barragán, uno de los precursores del periodismo moderno en nuestro país, y al poeta Néstor Galindo, por haber expresado, a través de la prensa el primero y de la creación literaria el segundo, sus opiniones adversas al régimen de entonces.
Coincidencia o no, lo cierto es que ambos hechos son todo un símbolo de las múltiples facetas que suelen tener en todos los tiempos y en todas las latitudes las conflictivas relaciones entre el poder político y la labor periodística.
Es que actitudes aparentemente tan opuestas como el afán de congraciarse con los periodistas, o el de eliminarlos, tienen algo en común. Es el deseo de neutralizar la mirada vigilante y crítica de quienes han hecho del periodismo su misión, hacia los que detentan el poder.
Un poder que también puede ejercerse en total desconocimiento del marco legal que encuadra el trabajo periodístico. Como ha ocurrido hace pocos días con un fiscal y con el Gobernador de Potosí que pretendían obligar a dos periodistas a declarar, cuando la Ley de Imprenta les impone conservar el secreto de la fuente de información.
En los cuatro primeros meses de este año se han producido 35 transgresiones a la libertad de prensa, siendo las agresiones a periodistas las más recurrentes, de acuerdo con el monitoreo de estos casos, realizado por el Observatorio de Defensores de Derechos de la Unión Nacional de Instituciones para el Trabajo de Acción Social.
Esa situación agrava otra que afecta a los periódicos de todo el planeta y que deriva de la importancia que cobraron las redes sociales (RRSS), lo que provocó una seria disminución en las ventas y en los ingresos por publicidad.
Precisamente las RRSS y su capacidad para que todos creen o repitan mensajes y los difundan de manera instantánea y con un alcance masivo pueden sugerir que el rol del periodista en la sociedad es innecesario.
Sin embargo, resulta todo lo contrario, pues ahora la responsabilidad y misión de los periodistas: presentar los hechos de manera veraz, objetiva y ecuánime, se ven extendidas a la necesaria vigilancia de las noticias falsas que pululan en las redes, pues la información confiable y de verificada veracidad es una garantía de las libertades ciudadanas.
Los Tiempos, en su doble condición de equipo de periodistas y empresa periodística, renueva su firme voluntad de perseverar en la defensa de esas libertades.