La anunciada presentación, hoy, del prototipo de un vehículo a gas para pasajeros y la noticia de que la Alcaldía de Cochabamba gestiona, con algunas empresas, la venta al crédito de esos automotores son —junto con el interés demostrado por el Sindicato de Micros y Colectivos de la ciudad— señales optimistas de la posibilidad de un cambio cualitativo sustancial en el transporte público urbano.
Pero no parece que esa sola modernización de los buses vaya a lograr optimizar este servicio, porque tanto como es urgente cambiar los vehículos por otros nuevos es también necesaria una amplia reorganización del transporte público.
Esa reorganización se perfila como imprescindible debido a tres factores: el primero tiene que ver con el incremento incesante de la población citadina y del parque automotor, los otros dos con el equipamiento y la infraestructura.
En efecto, la población de la ciudad de Cochabamba se incrementa cada día, no sólo por el crecimiento demográfico vegetativo, sino también por la migración, lo que se traduce en la extensión de la mancha urbana con la aparición de nuevos asentamientos, que paulatinamente forman barrios, en un proceso que está lejos de ser planificado.
Similar tendencia registra el parque automotor.
Otro de los elementos que imponen la reorganización del transporte urbano es la existencia del tren, con dos líneas en funcionamiento, una de ellas en curso de ampliación, y una tercera aún en espera de su trazo final para su concreción.
Casi 10 meses después de entrar en funcionamiento, el tren aún no llega a integrarse en el sistema del transporte urbano, porque no existe un plan que complemente sus servicios con los de los micros y minibuses.
El tercer aspecto del asunto es la nueva terminal de buses, cuya entrega está prevista para dentro de un año. Probablemente, el número de usuarios de la nueva instalación no tendrá gran variación respecto del que tiene la terminal actual: 18 mil diarios en época alta.
Pero su ubicación, en la zona de Alba Rancho, y la cantidad de viajeros implican una reorganización del transporte público que conecta ese lugar con el resto de la ciudad.
Sin una planificación seria y anticipada de ese servicio en la nueva terminal, el reacomodo de las líneas —y hasta la aparición de nuevas— se dará por iniciativa de los transportistas.
Los resultados de iniciativas de ese tipo pueden observarse a diario en las vías del centro de la ciudad, del área de los mercados y otros puntos de intenso tráfico: es un caos.
Si la iniciativa, loable y oportuna, de la Alcaldía de Cochabamba no amplía su alcance, tendremos el mismo transporte caótico, pero con buses nuevos.