La conquista de la medalla de oro por parte del ciclista José “Maligno” Torres en la final de BMX estilo libre, en los Juegos Olímpicos París 2024 ha sido motivo de alegría en Bolivia, pero también de tristeza al saber que los honores se los lleva otro país. El deportista compitió bajo bandera argentina, pese a que él es nacido en Bolivia, y aunque tiene doble nacionalidad queda para el país el mal sabor de que es un talento que nos fue por falta de apoyo en su tierra.
Desde niño, José, al igual que su hermano gemelo, Francisco, gustó del bicicross y competía con la bandera boliviana. Su hermano se acercó al entonces presidente Evo Morales para pedirle apoyo, pero no prosperó.
En 2016, cuando ambos tenían 12 años, sus padres se los llevaron a Córdoba (Argentina) y allá empezaron a destacar en el deporte, especialmente José, donde cambiaron la tricolor por la celeste y blanco, de la nación que sí los apoyó. El resto de la historia es una cadena de lauros para Argentina, que ahora incluyen el oro olímpico.
No es la primera vez que ocurren estos casos y muy posiblemente tampoco será la última. En una nota anterior de este medio, se mencionaba de al menos 11 raquetbolistas que en los últimos años cambiaron de bandera: las hermanas Camila y Romina Rivero, Gerson Miranda, Jhonatan Flores, Mario Mercado, Adriana Riveros y Brenda Laime juegan para Colombia, mientras que Valeria Centellas, María José Vargas, Natalia Méndez y Diego García visten los colores de Argentina.
Ya en los Juegos Panamericanos 2015, María José Vargas logró una plata para Argentina y en los Juegos Sudamericanos Cochabamba 2018 el oro en damas fue para Argentina, gracias a Vargas y Natalia Méndez, quienes también lograron preseas en Lima 2019. El tirador Cristian Morales y el tenista Ryusei Makiguchi son otros deportistas que optaron por defender otras banderas.
La respuesta es siempre la misma: los deportistas bolivianos no cuentan con el suficiente apoyo del país para competir en torneos internacionales y, más al contrario, son tentados por otras naciones que les ofrecen un apoyo más organizado, estructural, insertado en un programa que va más allá de la simple bonificación para un torneo.
No son raras las noticias de tal o cual deportista que organiza una kermés o vende sus queques para reunir el suficiente dinero para participar en un torneo internacional. La población apoya con lo que puede, pero son más buenas intenciones que una verdadera política de apoyo.
Así las cosas, no debería sorprender que Bolivia sólo cuente con cuatro deportistas en la delegación que compite en París 2024, y que los talentos y promesas para el país abran alas en busca de un nuevo hogar que les dé cobijo y apoyo, bajo nueva bandera.