La aventura del toktoker Rubén Blanco parece haber llegado a su fin. Imputado por “incitación al racismo” tras haber proferido palabras ofensivas contra la danza potosina de los mineritos, el juez le dictó arraigo, fianza juratoria, la obligación de presentarse tres veces a la semana ante la Fiscalía en El Alto (su lugar de residencia) y la restricción de realizar videos con ese tipo de contenidos, y menos publicarlos en redes sociales.
Todo esto ocurrió después de que el desubicado joven, con claras ínfulas de soberbia e ignorancia, y que, en principio, se negaba rotundamente a desdecirse, terminó declarándose arrepentido, poco menos que de rodillas para que, finalmente, lo dejen en libertad (condicional, eso sí). Son dos procesos penales que le llegaron (suficientes para desesperar a cualquiera): uno del Ministerio de Culturas y otro de la Gobernación de Potosí.
Lo que Blanco dijo en sus redes es, desde todo punto de vista, reprochable y desde este editorial no vamos a justificar sus afirmaciones. Lo que sí se debería reflexionarnos es si no estamos llevando demasiado lejos esto de llevar a la inquisición a cualquiera que suelte unas palabras de más o de menos y si no estamos tergiversando el verdadero sentido con que fue concebida la Ley contra el Racismo y toda Forma de Discriminación.
Ya en 2012, la conductora Milena Fernández comentó en un vídeo que “!Oruro apesta”, y toda la población orureña se sintió ofendida, y la Alcaldía le interpuso un juicio, hasta que la conductora tuvo que pedir disculpas.
Poco después, el jugador Julio Baldivieso comentó que tras haber sido DT en Oruro había hecho ya su “año de provincia”. Otro conflicto por el comentario.
Más recientemente, en 2021, la cantante Frances Peláez atravesó otro linchamiento mediático y procesal por haber afirmado en un video que Uyuni “es feo”. ¿No es esta simplemente una opinión personal? Habrá quienes consideren un lugar bonito y habrá quienes lo consideren feo. ¿Por qué debería molestar un comentario así?
En fin, cada acaso es particular y se puede juzgar de distinta manera. Probablemente en el último caso pesó, más que la ingenuidad, la forma malintencionada con que se refirió a la danza. Pero ya está. Ya pidió disculpas. No volverá a publicar contenido de este tipo.
En adelante, habrá que trazar mejor la línea de hasta dónde es sólo un comentario ingenuo, un punto de vista personal, una apreciación inocente. No sea que, al calor de la generación de cristal en boga, terminemos metiendo juicio a cualquiera y por cualquier comentario con el que nos sintamos ofendidos, y no sea también que terminemos devaluando la Ley contra el Racismo y toda Forma de Discriminación, además de la libertad de expresión.