Con el avance de los trabajos de construcción de su Línea Amarilla, el Tren Metropolitana de Cochabamba está en vías de consolidarse como una opción conveniente para el transporte de pasajeros.
Tuvieron que vencerse muchas peripecias, todas resultantes de la oposición ciudadana, antes de que se defina el trazo de esa línea y se inicie su implementación, aunque con un alcance distinto del que tenía al principio pues no llegará hasta Sacaba.
Lo que no significa que ese municipio y su población quedarán excluidos de los servicios del tren porque se tiene planificado el tendido de otro ramal, la Línea Celeste, que unirá Sacaba con Cercado.
Mientras eso se concretiza, sería conveniente ocuparse también de los aspectos necesarios para integrar ese servicio ferroviario al sistema de transporte de pasajeros ya existente en la región metropolitana de Cochabamba.
Las virtudes del tren son indiscutibles en términos de baja o quizás nula contaminación ambiental y, sobre todo, comodidad y seguridad para los pasajeros que lo utilicen.
Y es precisamente su potencial como servicio de transporte público en la ciudad capital departamental y los municipios aledaños del oeste que corre el riesgo de no ser explotado con plenitud por la falta de un plan para integrarlo a los desplazamientos y actividades de la población que habita, trabaja y estudia, en la vecindad de sus estaciones.
Es más, Mi Tren, como se denomina oficialmente a este servicio de transporte ferroviario de pasajeros, necesita la explotación plena de su potencial para ser sustentable económicamente.
Es decir, que transporte en permanencia los suficientes pasajeros para lograr los ingresos que aseguren la sustentabilidad de ese servicio.
Para ello es necesario que el transporte ferroviario y el convencional, se complementen.
Esa complementariedad no será plenamente útil de manera espontánea. No, porque es imprescindible un plan que integre los servicios del tren con los de los micros, minibuses, y autos que transportan pasajeros a cambio de un pago: es decir el 55% de la población área metropolitana de Cochabamba, unas 750.000 personas, según el Plan Maestro de Movilidad Urbana Sustentable, formulado en 2015.
No solo eso, dicho plan tendría que considerar también la utilidad del tren para quienes manejan bicicleta y/o se desplazan en sus propios vehículos motorizados.
En pocas palabras, el tren urbano debe apuntar a satisfacer las necesidades de transporte de los habitantes de los municipios por los que circula.
El impacto del tren urbano no se limita al transporte de las personas, una ciudad es un tejido complejo de actividades y actores que las ejecutan en una dinámica de rutinas y de cambios permanentes.
La investigación del caso de los más de 470 kilos de cocaína boliviana incautados en Madrid luego de su arribo al aeropuerto de Barajas está detectando fallas en los controles antidrogas nacionales, pero la manera cómo el Ministerio de Gobierno encara el asunto suscita inquietudes.
Lo acontecido ayer en el Concejo Municipal de Cochabamba es un acto delincuencial que pone en cuestión la calidad de los líderes de las organizaciones políticas a las que obedecen las bancadas de ese Órgano Legislativo edil.
Los bolivianos festejamos hoy a los maestros, en principio a aquellos que se encargan de la educación de niños y adolescentes desde el nivel preescolar hasta que concluyen el colegio, pasando por las escuelas, y, por extensión, a los docentes que terminan de formar a los jóvenes en institutos y universidades.
Loable labor la de las profesoras y los profesores que enseñan las habilidades que hacen de sus discípulos ciudadanos productivos y responsables.
Imaginemos que un delincuente asalta en la calle a un ciudadano y lo despoja de su billetera y objetos de valor. La víctima presenta la denuncia contra el agresor plenamente identificado, y al someter el caso ante la justicia, el agredido confía en el imperio de las leyes.
La invasión y toma de la sede de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (Apdhb) por un grupo de personas afines al oficialismo, la mañana del viernes último, en La Paz, evidencia la pretensión gubernamental de anular por completo a una institución crítica y emblemática en la defensa de la democracia, y es una señal alarmante para los bolivianos.
Treinta días de crisis en el Concejo Municipal de Cochabamba —provocados por la elección, el 3 de mayo, de una directiva que no era la que deseaba el Órgano Ejecutivo edil— condujeron a una nueva votación que dio como resultado otra directiva.
Las noticias recientes acerca de incautaciones de cocaína boliviana en España y Chile evidencian que, a pesar de los mediatizados operativos antidroga, la acción gubernamental es —por decir lo menos— ineficiente contra el narcotráfico, cuyo crecimiento se evidencia también en el incremento de otros actos criminales.
Si el Ministro de Gobierno pretendía despejar incógnitas acerca de las circunstancias de la muerte del interventor del Banco Fassil al anunciar que “Colodro se arrojó del balcón” y que “fue un suicidio”, sin más, parece que no tuvo éxito.
No, porque ese anuncio —formulado la noche del martes, 72 horas después de que Carlos Alberto Colodro murió— no sólo deja sin respuestas varias preguntas sobre el hecho, sino que suscita otras.
La cumbre “informal” de líderes de países sudamericanos, convocada por el presidente brasileño en Brasilia, cumplió a medias las intenciones de su anfitrión: se dejaron de lado “las innegables diferencias ideológicas” para dar lugar al pragmatismo, pero no se definió plazo alguno a la preparación de una “hoja de ruta para la integración de Suramérica”.
La muerte, en circunstancias no esclarecidas, del interventor del exbanco Fassil, Carlos Alberto Colodro, amplía el espectro de incertidumbres acerca de las irregularidades en la gestión de esa entidad financiera, podría ser un enigma más cuya resolución no despejará todas las dudas que origina y parece perfilarse como otro tema de instrumentalización con objetivos políticos.