Una gigantesca ciudad que se asemeja a la Babel incomprensible.
Sus calles están llenas de signos por descifrar. Sus habitantes, pese al tiempo en que se vive, visten desarreglados, sucios, decadentes. En ella habitan los asaltantes, los pillos, mercaderes, traficantes y encantadores.
Es una ciudad futura, ¿distópica?, contradictoria, retrograda y espléndidamente caótica. En ella se ajustan razas, colores, olores y sabores. Catedrales Góticas, naves sobrevolando el futuro, explosiones denotando alarma, miedo y beligerancia.
Siempre es de noche, sin la luz del día no existe esperanza. Hay una desolación, una pérdida del sentido humano, del futuro, ya no tecnológico, sino terrenal.
Llueve constantemente, como lágrimas ácidas que caen en suelos estériles, sobre los cuales se arrastran los mendigos, los perros vagabundos, los del underground, los outsider, esos que mascullan dolor y miseria.
La lluvia persistente delata el daño del hombre al medio ambiente y el desequilibrio climático. El cuadro es surreal, pero brutalmente real.
Esa es la visión cinematográfica de Ridley Scott, autor del filme de culto, Blade Runner (1982), basado en la novela ¿“Sueñan los androides con ovejas eléctricas”? (1968) del estadounidense Philip K. Dick.
Dick, nos plantea temáticas profundamente emotivas y claras: lo natural, que es lo humano, lo sensible. Pero también está ese otro lado claroscuro: su esencia inventiva, su capacidad de crear que lo puede conducir al abismo, a la decadencia y a una bomba de tiempo en manos de pocos para hacer desaparecer a todos.
Philip Dick es visionario y certero. Refleja esa dicotomía de marras: el límite entre lo natural y lo artificial. A partir de esta dualidad, se plantea un presente y un futuro. El mañana no tiene por qué ser necesariamente halagüeño. El porvenir siempre será una consecuencia del pasado, de acciones, de hechos. El futuro no se presenta sorpresivamente, se vislumbra, se avizora y se prevé.
Scott, retrata con maestría ese mundo en donde confluyen pasado y futuro, el primero, como una nostalgia y un rito a los sentimientos, el segundo, como la fría pérdida de lo humano, de lo tradicional, pero que batalla por retornar a la inocencia.
Cualquiera fuere el referente temporal o geográfico, la naturaleza y sus fortunas siempre serán nuestros únicos recursos de nuestra condición de seres humanos, cuanto más próximos estemos al aniquilamiento de esas riquezas, menos podremos expresar nuestras formas de vida.
El cambio climático es una endiablada realidad que, para grandes grupos de empresas con poder económico, y para políticos de mierda con poder gubernamental, sigue siendo una estafa. Una gran mentira que se encarga de agitar las banderas del sabotaje a sus jugosas ganancias a expensas del deterioro, la erosión, el aniquilamiento de especies, la depredación de los recursos, destrucción de bosques y el daño irreversible al planeta y su biodiversidad.
Bolivia, sufre los incendios forestales como nunca. Manos criminales y avasalladores atentan contra la biodiversidad y la salud de los bolivianos. El Gobierno, ocupado en disputas de barrio con sus examigotes de pandilla, no aplica la ley dura ni posee un plan de contingencia para encarcelar a los delincuentes. Cuando menos, cinco departamentos sufren una terrible crisis de contaminación.
El calentamiento global es un hecho. Toda la economía de la humanidad se basa en combustibles fósiles, dice Michael Brune, director ejecutivo de “Sierra Club”: El carbón, el petróleo y el gas natural. El petróleo en el transporte y el carbón y gas natural en la electricidad.
Las sombrías profecías de Philip K. Dick y Ridley Scott son un hecho en este presente.
Humanos y replicantes (androides) viven un presente donde convergen rivalidades, temores y sentimientos. Los humanos, contradictoriamente, viven su miseria y su retroceso, las devastadoras consecuencias de su conocimiento y su creación, se ven atrapadas en sus propios desastres, en su planeta convertido en un gigantesco basural.
“A principios del siglo XXI la Tyrell Corporation desarrolló un nuevo tipo de robot llamado Nexus -un ser virtualmente idéntico al hombre- y conocido como Replicante. Los replicantes Nexus 6 eran superiores en fuerza y agilidad, y al menos iguales en inteligencia, a los ingenieros de genética que los crearon.
En el espacio exterior, los replicantes fueron usados como trabajadores esclavos, en la arriesgada exploración y colonización de otros planetas. Después de la sangrienta rebelión de un equipo de combate de Nexus 6 en una colonia sideral, los replicantes fueron declarados proscritos en la tierra bajo pena de muerte.
Brigadas de policía especiales con el nombre de unidades de Blade Runners tenían ordenes de tirar a matar al ver a cualquier replicante invasor”.
Esta es la sinopsis de Blade Runner, una visión futurista, pero, paradójicamente, catastrófica, que no se aleja de este presente que nos toca vivir. ¿Acaso este mundo desorbitado no va en ese sentido, donde lo artificial, lo postizo y lo aparentemente indestructible se antepone a lo humano, a lo natural?
Pero a contrapelo de todo esto, este mundo mondo en el que todo parece ser tocado por el caos y la oscuridad, por la incomprensión y el carácter frío y decadente, todavía tiene sueños y sentimientos compartidos, unicornios en los qué creer, como los que imaginaba Deckard, reflejados, como en un juego de espejos, en la mirada triste y casi vacía de Rachel, una replicante que al final se resiste a morir y deja que la vida la seduzca a través del amor por Deckard.
¿Qué significa ser humano realmente? Ser un replicante sería una opción, pero estos también tenían una fecha de muerte, entonces, la muerte nos humaniza. Pero hay otro sentimiento que nos hace inequívocamente humanos, el amor, que redime y reconcilia al hombre y hace que, pese a las divergencias, sea posible cambiar rumbos, realidades y destinos.
"La Realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece.", dice Philip Dick. Pero el amor no es razón (es), es sentimiento, voluntad y actitud.
El final de Blade Runner, a diferencia de la novela, refrenda todo esto, el héroe no se salva por su poder o su valentía, que las tiene. Sorpresivamente, es salvado de la muerte por su enemigo, porque en el fondo, este se convence de que son semejantes y que la muerte les es común.
“He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.
El autor es comunicador social