En este año bisiesto, las Olimpiadas se desarrollarán en París y en otros escenarios franceses entre el 26 de julio y el 11 de agosto. Este encuentro de los atletas trae siempre una esperanza para la paz mundial porque muestra que es posible el abrazo fraterno entre hermanos, como soñaron Schiller y Beethoven, la paz que tanto anhela la mayor parte de la humanidad.
El escenario adquiere en 2024 un simbolismo especial pues Francia es la patria del barón Pierre de Coubertin, el padre de las olimpiadas modernas, quien desarrolló su idea —aparentemente imposible y loca— en la imponente Universidad de la Sorbona, en París en 1894. La primera edición de los llamados Juegos Olímpicos de la era moderna se llevó a cabo en Atenas, capital de Grecia, en abril de 1896.
Probablemente somos muchos los niños y adolescentes que admiramos a este personaje y su lema: citius, altius, fortius: más rápido, más alto, más fuerte. La serie Estrellas del Deporte, revista de la editorial mexicana Novaro, contaba a los pequeños latinoamericanos sobre el barón y los héroes de cada juego.
Pierre (1863-1937) fue un pedagogo y un historiador, aristócrata y académico, que imaginó sociedades atléticas como parte de sus métodos de enseñanza. Mostró que el deporte era más que una afición juvenil o una práctica corporal. Dictó conferencias en Europa y en Estados Unidos para destacar la importancia de la práctica deportiva como motor de la disciplina, el honor, la lealtad, la salud. La singular doctrina del cristianismo muscular buscaba la perfección del espíritu a través del deporte y de la higiene y él se inspiró en esa posibilidad.
La educación física se convirtió en parte de la currícula escolar: correr, saltar, lanzar jabalina, subir al caballete, pasar las pelotas, cubrir los arcos, doblar las piernas, alcanzar la soga, trepar la rampa, ayudaron y ayudan a moldear los temperamentos mucho más que otras materias.
El deporte siempre fue un ritual, desde los calzados especiales, las medias, los pantalones cortos, las camisetas anchas, la banda para el cabello. Ritual que tuvieron la mayoría de las culturas de una u otra forma. Sin embargo, fueron los griegos los que consiguieron perfeccionar las competencias para darles un sentido sacro.
Las historias sobre las maratones, los laureles, las medallas de las antiguas gestas y de los juegos olímpicos modernos en estos 128 años son interminables, siempre emocionantes. La participación de los atletas bolivianos fue generalmente marginal, tímida, con delegaciones llenas de funcionarios y escasos deportistas.
En el nuevo siglo se perdieron las oportunidades. No es este lugar para describir los errores en los nombramientos de viceministros/tras ignorantes y de la falta de políticas públicas para alentar la práctica deportiva. Desde el Estado no se trabajó lo suficiente para descubrir y alentar talentos, como consiguió Colombia en los últimos quinquenios como parte del proceso de paz interna.
Pese a ello, actualmente existen atletas bolivianos que han destacado internacionalmente por su propio esfuerzo, el respaldo de sus familias, de sus clubes o la dedicación de algún entrenador. La empresa privada apoya el desarrollo de disciplinas y ello se refleja en victorias deportivas que dan alegría al país. Es decir, desde la sociedad civil se abre paso la ilusión.
El Comité Olímpico francés, como publica diariamente su página oficial, está empeñado en organizar un campeonato inolvidable, digno de Pierre de Coubertin. A pesar de los conflictos sociales, el presidente Emmanuel Macron está comprometido para cumplir las expectativas y que Francia muestre al mundo su mejor rostro.
Estas Olimpiadas tienen además la particularidad de realizarse después de las de Tokio, Japón, en plena pandemia de Covid. El país asiático puso su mayor inversión, pero las competencias no fueron las mejores, aunque no se suspendieron como en 1916, 1940 y 1944 por las guerras mundiales.
Seguramente la situación política mundial estará presente. Europa es testigo de una nueva invasión rusa a su territorio, en Ucrania, como no pasaba desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La masacre de Israel contra la población palestina ha afectado al Comité Olímpico de Palestina y a atletas que viven en Gaza, aunque otros radican en países vecinos. Seguramente el desfile de esa delegación tendrá mucho simbolismo, más de lo sucedido en 2020.
A pesar de esas condiciones, el mundo espera ansioso los XXXIII Juegos Olímpicos de verano (en el hemisferio norte). Ojalá que los medios de comunicación y los responsables del deporte nacional aporten para conseguir la máxima difusión para el mayor disfrute de la competencia entre atletas y público bolivianos. Sin olvidar que en otoño, también boreal, seguirán los juegos paraolímpicos; cada versión es más hermosa que la anterior y merece ser aplaudida.