El Gobierno no siguió los consejos de García Linera de asumir el control del comercio exterior, obligar a los exportadores a entregar el 100% de sus divisas al Banco Central y aumentar impuestos a los ricos. Las diferencias en el MAS no sólo son personales ya, sino políticas, y comienzan a distinguir a los que tienen responsabilidades de gobierno de los que no.
Leonardo Loza, fiel senador de Evo, criticó el acuerdo del Gobierno con los empresarios como un retorno al neoliberalismo. García Linera añadió que no es la primera vez que se llega a un arreglo con los empresarios (Evo lo hizo varias veces), pero sí es la primera vez que los empresarios le marcan el paso al Gobierno, una muestra de lo preocupado que Arce está.
El acuerdo con los empresarios muestra los límites que por la izquierda tiene el Gobierno para encargarse de la economía. Quizá por eso y por convicción de cuáles son sus fuerzas, Luis Arce no quiere ni oír de una reducción en serio del déficit fiscal, ajustes en el valor oficial del dólar o rebaja de los subsidios a los carburantes. Arce no fue elegido para hacer ajustes. Al contrario, su mandato en 2020 fue continuar el boom de los tiempos de Evo. Esa fue la promesa de Arce en oposición a las penurias de la pandemia en el gobierno de Jeanine Áñez.
Eso significa que habrá que aceptar que la crisis se intensifique hasta llegar a la elección de 2025. Los cálculos del equipo económico deben apostar a que, contra viento y marea, lleguemos a puerto el siguiente año, aunque desvencijados. La tarea de afrontar las causas de la crisis quedará para el siguiente presidente.
Además de proponer a Andrónico como candidato de unidad del MAS y ponerlo en problemas, García Linera dijo que el opositor con mayores chances para ocupar la presidencia el 2025 es Manfred. Es el único precandidato opositor que no ha optado por un perfil antimasista. Su jugada es ser buen gestor, abierto a heredar parte de las huestes masistas, si éstas se decepcionan de sus múltiples caudillos. Reyes Villa da por descontado el voto de las clases medias cansadas del MAS, si pudiera constituirse en aglutinador de votos antiguamente masistas y no masistas.
Andrónico y Manfred son las apuestas de García Linera, quien no pierde de vista que Andrónico es una renovación frente a Evo y Luis, y caras conocidas de la oposición, Manfred incluido.
No obstante, el punto crítico de cualquier candidato es la economía. Fuera de comentar las noticias del día, los precandidatos aún no enseñan sistemáticamente al país qué medidas necesita ni se juegan por un proyecto económico claro.
Ningún político se anima a diagnosticar el mal crudamente ni a ofrecer remedios, quizás con la excepción de los libertarios, cuya viabilidad electoral habrá que probar más allá de la red X (Twitter). A los libertarios les falta acreditar cómo es que lo que pregonan será tan fácil de aplicar y si entienden lo suficiente al país como para no confundir la política con un recetario para todo tiempo y lugar.
Manfred sugiere que podría ser para el país lo que es para Cochabamba, pero su oferta es la persona, no el programa. Andrónico no da más pistas que las de ser un personaje cortés, formado y con futuro. En ese contexto, Evo puede alimentar la melancolía del pueblo. En una de sus muchas intervenciones, el diputado evista Héctor Arce repetía ya las consignas que usará el evismo: “en tiempos de Evo había dólares, no había crisis, el empleo sobraba”.
Hasta la elección de Milei, la sabiduría electoral indicaba que no hay candidato que gane una elección prometiendo ajustes. Y quizá eso aún sea cierto en Bolivia, donde la crisis no ha alcanzado proporciones porteñas. Pero la gente está sedienta de indicaciones de cómo marchará su bolsillo; su seguridad está en cuestión. No por nada florecen los analistas económicos, cada vez más requeridos por la prensa. En ese ambiente de sed de seguridad debe calzar la oferta electoral para el siguiente año. No bastará con alzar banderas de masismo o antimasismo ni creerse el “man” de la película.