Últimamente, muchos grupos (no son partidos) piden la unidad de la oposición. En medio de esa demanda, los pocos con personería jurídica, guardan un calculado silencio, que no significa, necesariamente, una actitud contraria a la unidad opositora, sino una serena y responsable actitud debido a que no es prudente electoralizar prematuramente la coyuntura.
Es evidente que el sistema de partidos políticos ha sido erosionado y destruido por diferentes factores. La partidocracia que manipuló y prebendalizó la acción política por intereses subalternos, personales o partidarios, debilitó el sistema de representación política. Luego, el MAS completó la tarea ya que no le interesaba tener al frente partidos opositores fuertes y desarrolló una sostenida estrategia de deslegitimación y persecución política. Quedan pocos preocupados por el acontecer político, pero ya no sienten atracción por el activismo partidario;, excepto en las redes sociales, con diferentes grados de intervención, sin comprometerse con estructuras orgánicas partidarias.
En esta situación y ante la perspectiva electoral que se avecina, muchos grupos políticos (plataformas, agrupaciones ciudadanas, “taxi-partidos”, etc.) con justo derecho democrático buscan jugar algún rol político y pretenden construir, de forma improvisada, un instrumento político unitario con base en ellos mismos, sin estructura organizativa, social y con apenas cierta presencia local o regional, pero sin ningún alcance nacional.
Casi todos esos pequeños grupos con demandas de unidad se organizan en torno a alguna personalidad autodefinida como (pre)candidato presidencial (Cambio 25 con V. Cuellar; Albus con C. Borth; Liberales con A. Saravia; PDC con Jaime Soliz; A. Ballivián y sus seguidores; W. Bascopé del Bunker ya retirado; Cap. Lara, etc.), es decir: primero definen su candidatura presidenciable y luego proponen la unidad. No lo dicen explícitamente, pero se lee que la unidad la persiguen en torno a su candidatura. Qué lejos estamos de lo que eran los procesos de construcción política partidaria de tiempos pasados, cuando no era condición ser candidato para construir una organización política sino debatir y acordar una propuesta y trabajar con la gente en un proyecto político.
Otro dato interesante, algunos de estos grupos, apenas terminan de anunciar su interés de participar en política, ya sufren divisiones internas (Albus, Bunker, etc.) o, salvo algunas excepciones, ponen varias condiciones para lograr la unidad (la propuesta debe ser antagónica al sistema actual; los liderazgos deben ser emergentes y no pueden ser los mismos que son parte de la “viejocracia” etc.) con el sobreentendido que si no se acuerda como ellos proponen, la unidad no será posible.
Se ha sostenido, en un conversatorio pasado, que quien gane en un proceso preprimario deberá tener un programa novedoso pues, si es una reforma tibia o más de lo mismo, no estarían dispuestos a apoyarla, así haya ganado la postulación como candidato de la unidad.
En democracia se puede tener ese tipo de posiciones, pero ello no muestra un sincero y genuino deseo de unidad y todo parece indicar que, más que un frente unitario, intentan articular grupos de presión para forzar en las organizaciones políticas mejor posicionadas, su ubicación como candidatos a parlamentarios en las franjas de seguridad y olvidar la demanda ciudadana de unidad política seria, más allá de la coyuntura electoral.
Frente a esta situación, ¿qué garantiza que ahora se pueda lograr un proceso unitario diferente de los fracasados intentos de la oposición de los años 2014 y 2020 y no se repita, nuevamente, la irresponsable dispersión del voto opositor?
Una de las pocas posibilidades de construir una unidad seria y sólida es la denominada “unidad posible”. Que dos o tres organizaciones políticas busquen, sin aspavientos, los puntos de coincidencia que tienen, definan una propuesta política viable y establezcan un proceso de trabajo conjunto, como tendencia democrática, abierta a otras fuerzas o grupos que quieran fortalecerla para, así unidos, puedan orientar y organizar a la ciudadanía democrática que está cansada de la improvisación electoral, del abuso de poder autocrático del MAS y quiere ganar las próximas elecciones para reencauzar la vida democrática en el país.
Sólo así se podrá construir una unidad que supere lo electoral y permita cierta garantía de gobernabilidad.
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La Plataforma UNO fomenta el debate plural pero no comparte necesariamente los puntos de vista del autor