Hace unos 20 años me contaron una anécdota respeto a Evo; en ese tiempo quien hizo el relato estaba haciendo trabajo político en el Chapare y tenía a su disposición una vagoneta donada por alguna ONG. En esta viajaba de vez en cuando con Evo y en una oportunidad, al salir de una de las comunidades, vieron a una persona haciendo dedo. Mi amigo, solidario por naturaleza, paró el coche para que subiera esa persona, pero Evo lo increpó y le ordenó que siguiera (ante la sorpresa del circunstancial chofer). Evo luego le explicó su falta de solidaridad: “¿Acaso sabemos si no está llevando droga?”, le dijo.
Mi amigo me contó esto en el contexto de explicarme cuán cuidadoso era Evo para evitar cualquier situación que pudiera incriminarlo porque se sentía perseguido por los gringos. Yo interpreté el gesto como un acto de hipocresía, el líder de los cocaleros sabía que sus representados eran potenciales narcotraficantes, el discurso del campesino impoluto que cultiva la “sagrada hoja” era sólo eso, un discurso deshonesto.
Estos días he recordado esa historia porque ahora el uso de una vagoneta por parte de Evo puede causarle unos problemas muy serios; de hecho, el Ministro de Gobierno, que es de su partido, ha declarado que Evo ha estado viajando en una lujosa vagoneta que tiene un origen muy sospechoso, ya que la propietaria es una joven que ciertamente no podía tener acceso a un coche de esa categoría si no se lo regalaba alguien. El ministro ha recordado que la madre de la joven no sólo fue condenada por narcotráfico, sino que recibió un indulto, algo que demostraría una gran cercanía entre el entonces presidente Evo Morales y la droga.
La pelea entre los masistas nos está permitiendo poner en evidencia algo que algunos sabían, sobre todo quienes eran testigos de estos encubrimientos, y muchos sospechaban: el régimen masista estuvo contaminado por su relación al narcotráfico desde un principio. Esa es una verdad de Perogrullo ya que Morales era precisamente el secretario general de la Confederación de los seis sindicatos de productores de materia prima para hacer cocaína. Sin embargo, era una relación bastante abstracta.
Ahora, gracias al ministro Del Castillo, sabemos, o podemos sospechar con fundamento, sobre una interacción personal entre el líder histórico del MAS y una narcotraficante condenada e indultada, y haciendo uso de un artículo de lujo mucho más caro que los pinches Rolex que Evo suele usar.
Hemos entrado en una nueva etapa de la pelea entre masistas, el período de los silletazos ya ha terminado, ahora la cosa va más en serio, la acusación vertida por el ministro o lleva a Evo al banquillo de los acusados o al ministro a la calle. De cualquier manera, lo de la vagoneta es obviamente la punta del ovillo de una red de protección al narcotráfico.
Evo Morales ha cambiado enormemente desde sus tiempos de dirigente cocalero, recibir zalamerías en forma ininterrumpida durante casi 15 años causa estragos hasta en la persona más razonable. Ha perdido el sentido de la realidad porque fue literalmente endiosado, y por lo visto también ha perdido esa intuición que cuando era joven le hacía cuidarse hasta de sus propios compañeros, le hacía sospechar de cualquier campesino del Chapare con un atadito a la vera del camino.
La próxima semana la cosa se pondrá interesante, aunque el Gobierno proclama que quiere dialogar con Evo, una acusación de este calibre prevé mayores conflictos. A quienes no somos masistas nos toca ponernos a buen recaudo para que no nos llegue ni el estiércol, ni algo más letal que se lanzarán los unos contra los otros en esta pelea por el poder. Ah, y respecto a la acusación de Evo de que los periodistas del canal estatal que fueron interceptados y maltratados serían agentes agitadores, vale recordar el refrán que dice que el ladrón cree que todos son de su condición.