Como había subrayado en una columna publicada a principios de año, la disputa por la candidatura y el control de la sigla del Movimiento Al Socialismo (MAS) se trasladaría a las calles, en la medida en que no existan otras opciones o salidas. Las calles, entonces, se constituirían en la última posibilidad de imponer la candidatura de Morales con marchas y bloqueos.
En la estrategia política de estas acciones, subyace la convulsión social con muertos y sangre de por medio. En ese escenario, a las malas, se pretende imponer la obsesiva candidatura. Ahora, a la luz de los últimos sombríos episodios, la obscena candidatura.
Como en la marcha no lograron ese objetivo, ahora pretenden convulsionar con bloqueos. Es la última opción. El evismo en los bloqueos se está jugando la última carta. Si estos, así como la marcha, no logran esa ansiada convulsión social, serán un fracaso. Se la están jugando todo. Ahora, de acuerdo al “rito de los bloqueos”, de cara a la convulsión, tiene que “haber sangre”. En estas circunstancias, es voraz el apetito de sangre para retomar el poder.
La marcha, que irónicamente se denominó “marcha para salvar Bolivia”, tenía ese objetivo, el de provocar convulsión social. Habían calificado a esta como “la madre de las batallas”. La convulsión que pretendían generar tenía que provocar la renuncia del primer y segundo mandatario, para que Andrónico Rodríguez, el tercero, asuma la presidencia, habilite a Morales y convoque a elecciones. Sin embargo, en función de esos objetivos, fue un fracaso.
Calcularon, al margen de la presencia obligada de los cocaleros de las Seis Federaciones, la participación de un millón de marchistas. Pensaron que a la marcha de a poco se iban a sumar más segmentos de la población. La idea era condensar, en ese momento, el acumulado descontento social que existe en contra del gobierno por la escalada inflacionaria, la escasez de combustible y la falta de dólares.
Sin embargo, la marcha en su camino no sumó nada. Llegaron a La Paz con tan solo 15.000 marchistas, lejos del millón calculados. El ingreso planificado por el “Estado Mayor del Pueblo”, que debía realizarse por los cuatro puntos cardinales, fue abortado por esa débil y escasa participación. Tuvieron que soportar la total y absoluta indiferencia de las urbes alteña y paceña. Luego del abrupto final, abandonados por su jefe, tuvieron que huir despavoridamente.
No lograron la convulsión que buscaban, pues el ingreso de los marchistas a El Alto y La Paz se produjo sin resistencia, ni violencia. Las amenazas de “hacer cumplir” la Constitución y de no permitir el ingreso de “los chapareños” a El Alto habían generado un clima de máxima tensión. Empero, el ingreso fue extrañamente muy tranquilo y pacifico. Nadie los agredió ni pretendió interrumpir su marcha. El gobierno, al interpretar el objetivo final de la marcha, cambio de estrategia, no ingresó al terreno de la confrontación. En escenarios de muerte y violencia, Morales suele alcanzar la “cresta de la ola”. Mas, en la marcha, no le dieron la oportunidad.
Habiendo agotado la marcha, en el afán de producir convulsión acuden ahora a los bloqueos. Estos, sin embargo, ya no buscan solo la habilitación. Cínicamente, piden también impunidad. A cambio de finalizar con los bloqueos el obsceno candidato exige que se levanten todos los procesos legales iniciados en su contra y se lo habilite como candidato. Esto, exigir impunidad con bloqueos, frente a los graves delitos que se le acusa, es un síntoma indiscutible de una fatal decadencia.
Pues bien, los bloqueos al focalizarse solo en el departamento de Cochabamba, dejan ver con claridad que carece de apoyo a nivel nacional. Se quedo solo y aislado, con sus incondicionales cocaleros, a quienes pidió muy angustiado, presagiando el final, que “no lo abandonen” y que permanezcan en los bloqueos hasta las últimas consecuencias. En su mayor parte, estos bloqueos, están siendo protagonizados por cocaleros desplazados ante el repudio de la gente del lugar.
Por la ubicación estratégica de Cochabamba, estos bloqueos, al impedir el tránsito entre oriente y occidente, están afectando notablemente a la economía del país. Son casi 14 días de bloqueo y los efectos se dejan sentir dramáticamente. Son enormes los daños y las perdidas. Y el principal protagonista, sin la menor decencia, dice que “estas medidas de presión forman parte de una rebelión del movimiento indígena contra la crisis económica e institucional”.
Cuando comienzan a faltar alimentos y otros insumos fundamentales, además de la escalada de precios en Cochabamba y en el resto del país, piden el fin de esta bestial medida. Empero, de acuerdo al espeluznante cálculo de los evistas, el conflicto no terminara sin previa convulsión social. Es ahí, donde calculan conseguir impunidad y habilitación.
¿En ese escenario, que puede hacer el gobierno? Claro, no puede quedarse de brazos cruzados. Mínimamente tiene que hacer cumplir la Constitución. Pero tampoco debe ingresar al terreno de la violencia, donde el rival los quiere llevar. Sería un suicidio.
Vean bien, por difícil que parezca, se debe hacer todo lo posible para evitar la convulsión. Si impedimos esto, los bloqueos de Evo Morales serán un fracaso y su “entierro” estará cerca.